Torres Cuevas reposa en diálogo eterno con Leal, Roig y el tiempo 

Compartir

ACN - Cuba
Alain Amador Pardo | Fotos: Omara García Mederos
201
04 Septiembre 2025

La Habana, 4 sep (ACN) La de este jueves fue una tarde diferente, un silencio distinto, una luz que ni el mismo sol pudo explicar; como si la ciudad entera se hubiera detenido a significar que en el Jardín Madre Teresa de Calcuta, reposan desde hoy los restos de Eduardo Torres Cuevas: historiador eminente, maestro generoso y figura esencial de la cultura nacional. 

   El acto de inhumación, sencillo y sereno, reunió a familiares, colegas, discípulos y amigos que acudieron a dar el último adiós para el que no hubo solemnidad impostada, sino un murmullo de gratitud compartida, la certeza de que Cuba despide a un hombre que consagró su vida a estudiar, comprender y narrar la historia desde una mirada crítica y a la vez profundamente humanista. 

   Su voz, tantas veces escuchada en aulas, libros, conferencias y labores directivas, resonaba en la memoria de quienes lo acompañaron; porque cada palabra recordada era eso: un eco de su vocación docente, de su pasión por rescatar —reivindicar, quizás— a los próceres, a los pensadores y a los movimientos que han forjado la identidad de la nación. 

   No han faltado las evocaciones de estos días, ni el recuerdo de su entrañable amistad con Eusebio Leal Spengler, el eterno novio de La Habana, con quien compartió proyectos, sueños y la convicción de que no trabajaron por un mero registro del pasado, sino por legar un instrumento para comprender el presente y orientar el porvenir.  

   Esa hermandad intelectual y afectiva se percibió en cada gesto de quienes acudieron al camposanto, como si en aquel jardín se encontraran los espíritus afines que ahora reposan en un mismo ámbito de memoria: Emilio Roig de Leuchsenring, Octavio Cortázar, Vicente Feliú, Marta Arjona, Juan Vicente Rodríguez Bonachea, Liborio Noval, Max Lesnik y tantos más. 

   No fue solo un rito fúnebre el de esta tarde de sepelio; fue también la confirmación de un legado: en la obra de Torres Cuevas queda inscrita la certeza de que la historia de Cuba es inseparable de sus luchas por la justicia, la dignidad y la libertad; magisterio que formó generaciones de investigadores; páginas que acompañan la mirada de un país que se reconoce en sus tiempos. 

   Allí, en el Jardín donde descansará el orador impenitente de verbo centelleante, bajo la sombra de los árboles y en medio de flores sencillas, la tierra guarda celosamente la aparente quietud de quienes han marcado la nación con su talento, su entrega y su ejemplo. 

   Hoy, justo el día en que hubiera cumplido 83 años, Eduardo Torres Cuevas se suma a esa compañía ilustre. Su despedida no deja un vacío, sino una herencia de pensamiento y amor a la Patria que permanecerá viva en la anécdota colectiva. 
 
   En ese rincón sagrado de La Habana donde convergen recuerdo y naturaleza, se selló la absoluta permanencia: descansa en paz el historiador, el maestro, el cubano esencial. 

   Con él, se fortalece la certeza de que la historia, cuando es vivida con pasión, se convierte en un legítimo acto de fe de quien amó a Cuba por sobre todas las cosas, a la que entregó lo mejor de su ser, y que lamentó abandonar en tan difíciles circunstancias.