Nueva Gerona, 6 jun (ACN) Belinda García García es una adolescente de 14 años residente en Isla de la Juventud, con sueños de ser modelo, bailar, escuchar música, montar bicicleta y compartir con amigos como cualquiera a esa edad.
Sin embargo, tras su vivacidad, se ocultan vivencias desgarradoras que han dejado huellas físicas y emocionales en su vida. A los siete años, ella fue diagnosticada con cáncer de ovarios en fase avanzada, una realidad que transformó su vida para siempre.
Hoy, aunque la enfermedad está en remisión (estado en el que los síntomas del padecimiento han desaparecido o reducido considerablemente), pero aún bajo tratamiento, es una de los integrantes del proyecto oncopediátrico comunitario “Casita de Chocolate”, un espacio creado en el Consejo Popular Micro 70 de esta ciudad cabecera.
La iniciativa involucra también a familiares y vecinos del barrio, siempre en estrecho vínculo con el personal de la Salud Pública para realizar acciones encaminadas a estimular y promover el desarrollo social de los infantes, aprovechar las potencialidades de la comunidad a fin de propiciarles entornos sanos y mejorar su calidad de vida.
Para Belinda, las alegrías que ha encontrado en este proyecto y el ambiente de amor y camaradería que prevalece entre sus integrantes han sido el tratamiento más efectivo.
En una entrevista exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias, dijo: “a partir del diagnóstico, mi vida y la de mi familia cambió radicalmente, y no para bien. Estuve un año hospitalizada en la capital, fui operada, tratada con quimioterapia y enfrenté todas las secuelas que esos tratamientos conllevan".
"Nunca volví a recibir clases en un aula; desde entonces, tengo profesores ambulatorios que me enseñan en casa. La enfermedad me obligó a alejarme de mis compañeros, amigos e incluso de parte de mi familia, porque mi sistema inmunológico estaba debilitado y cualquier infección, por leve que fuera, podría complicarlo todo", explicó.
Afortunadamente, la familia de Belinda descubrió el proyecto Casita de Chocolate. Cuando su enfermedad comenzó a remitir, tuvo la oportunidad de socializar nuevamente, hacer amigos y compartir juegos que habían estado vedados durante años. “Eso me devolvió la seguridad en mí misma, la autoestima y las ganas de vivir. Estoy y estaré eternamente agradecida”, confesó emocionada.
Belinda no es la única que ha encontrado consuelo en la Casita de Chocolate. Desde su creación en 2017, más de 30 niños y adolescentes, desde cero hasta 19 años, han formado parte de este colectivo, convertido en un refugio para olvidar los sinsabores que trae consigo la enfermedad.
Aquí pueden distanciarse, aunque sea por momentos, de sus tristezas y frustraciones gracias al trabajo psicosocial que se realiza a través de actividades recreativas y de esparcimiento. Estas acciones contribuyen a aliviar los períodos de depresión, tensión e irritabilidad que pueden surgir durante los tratamientos oncológicos.
Es importante destacar la dedicación y perseverancia de Clara Moya Duany, Doctora en Ciencias Pedagógicas y educadora con casi siete décadas de experiencia, quien lidera este grupo.
Su labor dio vida a una idea surgida en junio de 2014, fruto de un proyecto colaborativo entre la Facultad de Ciencias Médicas del territorio y el Centro de Atención Primaria de Salud del Consejo Popular donde reside. El objetivo es claro: elevar la calidad de vida de los niños y adolescentes que padecen cáncer.