El 22 de octubre de 1962, el presidente estadounidense, John F. Kennedy, anuncia, durante una alocución a través de las principales cadenas de radio y televisión del país, la imposición del bloqueo naval a Cuba y puso a fuerzas en estado de alerta máxima, lo cual dio inicio inicio a la Crisis de Octubre.
Fidel estaba claro: la Casa Blanca descubrió la presencia de los cohetes soviéticos en suelo cubano. Dada la posibilidad de una agresión contra nuestro país, ordenó primero el paso de las fuerzas armadas a alerta de combate y decretó el Estado de Alarma.
Al día siguiente, en comparecencia ante la radio y televisión cubanas, explicó al pueblo todo lo ocurrido y expuso que el gobierno cubano no tenía por qué rendir cuentas a Estados Unidos. Igualmente añadió que estaban adoptadas las condiciones para resistir y rechazar cualquier agresión enemiga.
Del 22 al 28 de octubre fueron intensos los días. El peligro de un conflicto nuclear era real con la también llamada Crisis de los Misiles.
La reacción de los cubanos no se hizo esperar: la Patria se encontraba en peligro y sus hijos estaban dispuestos nuevamente a defenderla. De acuerdo con declaraciones del doctor Tomás Diez Acosta, destacado investigador, “se pusieron sobre las armas alrededor de 400 mil hombres y en las brigadas sanitarias, contra incendios y otras que se crearon de la defensa popular se agruparon otras 100 mil personas, o sea, en total casi medio millón”.
Entre ellos estuvo el joven Héctor Felipe Hernández Alfonso, quien en ese entonces daba sus primeros pasos como futuro oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Según dijo a esta periodista para el libro Destino Cabinda, Hernández Alfonso que se desempeñaba como jefe de pelotón de una compañía de linieros en el área de las Comunicaciones: “Ese día, por primera vez, me habían rebajado de servicio por haberme sacado un cordal y una muela. Me dieron tres días y, debo confesarlo, estaba contento, pues era la primera vez que en largo tiempo iba coger tantas jornadas en mi casa.
“Cuando regresé del dentista, me tiré a descansar. Me habían dado cinco puntos en la encía, y tenía hemorragia. A las tres de la tarde sonó la alarma de combate. No lo pensé dos veces, salté de la cama, recogí mi vehículo, un GAZ-69, y ocupé mi lugar en la columna para dirigirnos a la zona de desconcentración, a la espera de nuevas misiones”.
Al recordar el suceso, Héctor añadió: “Fue increíble, no sentí más malestar en la boca, de pronto todo se quitó. Amaral, uno de mis compañeros, al verme, me dijo: 'Héctor Felipe, vete para tú casa, que estas rebajado de servicio'.
“Y yo le respondí: 'Amaral, cuando tú has visto que en esta unidad se ha dado alarma de combate de práctica a las tres de la tarde'. Él me miró y me dijo: '¡Co…, verdad!'. Al otro día, en el antiguo hipódromo nacional, todos leíamos en el periódico Revolución: LA NACIÓN EN PIE DE GUERRA”.
Desde el triunfo de la Revolución, las agresiones del gobierno yanqui se habían agudizado. La invasión mercenaria por Playa Girón demostró lo que eran capaces de hacer.
Ahora confiaban en que el llamamiento Plan Mangosta pondría fin al proceso revolucionario. Fue el 14 de octubre que un avión estadounidense descubrió las rampas de emplazamiento de los cohetes en Cuba. La escalada de amenazas contra Cuba elevó sus niveles, incluso, se llegó a hablar de invasión.
Héctor recordaba que el 26 de octubre el Comandante en Jefe tomó la decisión de impedir los vuelos espías a baja altura y a la jornada siguiente, cuando los aviones estadounidenses irrumpieron en el espacio aéreo, un grupo coheteril antiaéreo soviético situado en Banes, entonces provincia de Oriente, derribó un avión U-2.
Fueron momentos de mucha tensión. “Todos estábamos dispuestos a combatir”, manifestó.
A espaldas del gobierno cubano, los presidentes de la Unión Soviética y el de Estados Unidos, se pusieron de acuerdo, y el propio 28, a través de Radio Moscú, se transmitía una carta de Jrushchov a Kennedy en la que se anunciaba, entre otras cosas, el retiro de las armas soviéticas.
Ese mismo día, el Comandante en Jefe Fidel Castro explicaba al pueblo cubano y al mundo la posición de Cuba y subrayaba que la única garantía aceptable era que EE.UU. cumpliera los Cinco Puntos expuestos por la Revolución.
El jefe de la Revolución se refirió al cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica contra nuestro país, la eliminación de todas las actividades subversivas, de los ataques piratas y de las violaciones del espacio aéreo, así como la retirada de la Base Naval de Guantánamo y la devolución del territorio ocupado por Estados Unidos.
Después en la vida de Héctor Felipe vendrían momentos muy emocionantes, como la misión internacionalista en Angola, sin embargo, la impronta de la Crisis de Octubre quedaría como uno de esos instantes que pusieron en evidencia el patriotismo de los compatriotas y la decisión de dar la vida por la Revolución.
“Yo no tenía ni someramente la dimensión de lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor, solo tenía la convicción de que había que resistir al precio que fuera necesario cualquier intento del enemigo sobre nosotros. Aquel hecho nos convenció a todos que éramos capaces de vencer al enemigo”.