Pródiga y auténtica, la cultura santiaguera enamora

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ACN - Cuba
Aída Quintero Dip
61
20 Octubre 2025

 Hay muchas razones para certificar que Santiago de Cuba es una tierra bendecida; tan pródiga y auténtica como su historia es la cultura, tan sublime y rítmica como su música es la ciudad, tan rebelde y hospitalaria como sus calles son las personas que la habitan llenándola de alegría, tradiciones y de luz.

   Santiago de Cuba es como un retrato bien delineado de la vida que palpita; es un bolero de Pepe Sánchez, un son de Matamoros, un lienzo de Ferrer Cabello, el Bertillón 166, de Soler Puig; una danza del Caribe hecha folclor, una conga de Los Hoyos que hace vibrar los vitrales, las tejas de las casas y los pies de los bailadores.

   No podía tener mejor ubicación este centro urbano que, a orillas del mar Caribe, refleja como un espejo sus montañas, símbolo de libertad; para que ni el nativo ni el visitante la olviden por esa magia que irradia, cantada por trovadores y pintada por pinceles de todas las épocas.

   Motivaciones suficientes para honrarla cada 20 de Octubre, en el Día de la Cultura cubana, porque sus cultores le han hecho un monumento a las diversas manifestaciones del arte, al imprimirle virtuosismo, originalidad, maestría y sabor a todo cuanto sale de sus cuerpos, corazones e intelecto, alimentando la espiritualidad de sus coterráneos.

   Para enaltecerla hay que volver una y otra vez a la trova, a la canción, al baile, a la pintura, al teatro, a la literatura y a los versos. Necesariamente hay que coincidir con el Premio Nacional de Literatura 2024, el escritor y poeta Waldo Leyva, en Una definición de la ciudad que si las puertas no están abiertas a la guitarra puedes decir que Santiago no existe.

   Espacio de afinidad de mitos, leyenda y realidades, en la urbe palpita la vida; como expresara el profesor catalán Don Francisco Prat Puig: “Es donde la trova exhala su amorosa y lánguida canción acompañada de moriscas guitarras, en el ambiente morisco de nuestra arquitectura. A modo de respiro de las calles santiagueras, donde también las comparsas marcan el ritmo acompasado del salto de sus hijos, bajando de la loma hacia el bajío de sus trochas, para fiestar a sus anchas”.

   Como plaza fuerte, de raigambre en la cultura, puede considerarse esta oriental urbe gracias a su acervo, reconocido en el país y fuera de fronteras, que se ha hecho notable luego del triunfo de la Revolución, por su calidad, hondura y alcance popular.

   Atrás quedó la política cultural de los gobiernos burgueses, de carácter simbólico, que servía para denotar la clase en el poder, con exponentes que no representaban la cultura nacional, sino más bien la foránea.

   Al nacer una Revolución social se estructuró un sistema dirigido a satisfacer las necesidades culturales y fortalecer los rasgos más identitarios; al tiempo que se estimuló la creación de instituciones, grupos y solistas para promover desde el ámbito local hasta internacional lo más auténtico.

   Con el paso del tiempo se preserva lo genuino, muchos nombres lo certifican como el notable escultor y artista de la plástica, Alberto Lescay; la versátil actriz y directora de teatro, Fátima Paterson con su singular proyecto Macubá; y el prolífico compositor y músico Enrique Bonne (ya fallecido), quien hizo bailar a varias generaciones con sus Tambores. Los tres con el privilegio de ser Premios Nacionales en su especialidad.

   Y cada año, en julio, retumba su famoso Carnaval, célebre en toda Cuba, y el Festival del Caribe o Fiesta del Fuego, espacio de mayor concentración y pluralidad de culturas populares y tradiciones de los pueblos de la región, donde ocurre al unísono el intercambio cultural y la defensa de nuestras identidades, además de constituir momento ideal para fomentar la solidaridad, la diversidad, la amistad y la esperanza.

   Un valor agregado que la realza radica en que no es solo privativa de los grandes escenarios, sino también garantía de disfrute y participación del pueblo en variados proyectos desde los barrios, casas de cultura de la comunidad y la zona de montaña hasta el litoral, con dedicación especial a grupos vulnerables y la población penal.

   En esencia, la cultura santiaguera es reflejo de la idiosincrasia del pueblo al que va destinada; es seductora como su propia gente que la hace perdurar cuando es buena, y la olvida muy pronto cuando carece de esa fuerza que le imprime vitalidad al paso de los años.

   Con tal fibra e ímpetu enamora; es especialmente pródiga, potente, genuina, no cabe en un escenario, esa mezcla de hondura popular y alto rango artístico la hacen inmensa en su esencialidad.