Ada Elba Pérez, espíritu honesto, naturaleza y pasión

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ACN - Cuba
Alain Amador Pardo | Foto: Tomada de la Jiribilla
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20 Septiembre 2025

  El 20 de septiembre se conmemora el natalicio de una de las figuras más sensibles, talentosas y multifacéticas de la cultura cubana contemporánea: Ada Elba Pérez Rodríguez.

   Nacida en Jarahueca, pequeño poblado del municipio de Yaguajay, en la provincia de Sancti Spíritus, Ada Elba llegó al mundo en 1961, en un entorno rural que marcaría para siempre su sensibilidad artística y su conexión profunda con la naturaleza,  las tradiciones campesinas y  la musicalidad espontánea de la vida cotidiana.

   Desde muy niña mostró curiosidad innata por las letras, el dibujo y la música, al manifestar ese don de quienes parecen estar destinados a dejar huellas perdurables a pesar de la brevedad de su paso por la vida.

   En las escuelas de su pueblo natal comenzó a sobresalir como declamadora y como pequeña artista que participaba en actividades culturales, siempre con una guitarra a cuestas y una imaginación que la impulsaba a crear versos y melodías.

   Aquella infancia rodeada  de sencillez campesina fue el escenario donde Ada Elba descubrió que el arte era, más que una vocación, una manera de respirar y de mirar al mundo, tal y como demuestran sus primeros poemas infantiles, escritos con pocos años de vida, los cuales ya revelaban un lirismo que con el tiempo encontraría madurez y profundidad en obras que hoy son recordadas como parte esencial de la poesía y la canción cubana.

   Su vocación artística la llevó a ingresar en la Escuela Provincial de Arte Olga Alonso, en Santa Clara, donde perfeccionó sus habilidades plásticas. Posteriormente estudió en la Escuela Nacional de Arte y se graduó en 1980 en artes plásticas.

   Aunque se formó académicamente como pintora y escultora, su talento no se limitaba a los lienzos o al modelado; en ella convivían la narradora, la crítica literaria, la poetisa y la compositora y fue precisamente esa multiplicidad creativa lo que la convirtió en un ser excepcional, difícil de encasillar en una sola disciplina.

   Ella era un espíritu abierto a las infinitas posibilidades del arte, capaz de transformar cualquier vivencia en un canto, un poema o una imagen. Por eso, en 1982 se incorporó a la Brigada Hermanos Saíz, organización que agrupaba a jóvenes artistas e intelectuales comprometidos con su tiempo, y en la cual desarrolló una intensa labor cultural y participó por tal motivo en talleres, encuentros, exposiciones y recitales que la fueron consolidando como una voz propia dentro de la joven vanguardia artística.

   Canciones como “La guayabita madura”, “El cangrejo Alejo”, “Señor Arcoíris” y “Estela, granito de canela” y tantas otras, interpretadas posteriormente por destacadas cantautoras como Liuba María Hevia, se convirtieron en clásicos de la canción infantil cubana mediante la transmisión de ternura, imaginación y alegría a varias generaciones.

   Su producción poética, intensa y honesta, le valió reconocimientos importantes, hasta que en 1990 recibió el Premio Luis Rogelio Nogueras por su libro Apremios, una obra que revelaba su capacidad para unir la fuerza expresiva con la delicadeza de las emociones.

   También publicó los poemarios “Identidad” y “Acecho en el ritual”, que la confirmaron como una de las voces más singulares de su generación, porque en su lírica latía un profundo sentido de la existencia, una mezcla de gozo y melancolía que invitaba a la reflexión.

   Ella misma afirmaba que los versos eran un modo de “entrar por otras puertas al ser humano, o al menos tocar en ellas” y subrayaba así su convicción de que la creación debía tener un propósito humano y espiritual.

   La labor de Ada Elba no se limitó a la literatura y la música; como artista visual, expuso sus propuestas en Cuba y en el extranjero: en 1988 fue invitada por el Ateneo de Caracas y el Museo de Arte de Maracaibo a mostrar parte de su producción plástica, y recibió elogios por la originalidad y frescura de su estilo.

   Asimismo, en 1991 participó en México en los homenajes a Sor Juana Inés de la Cruz, lo que la conectó con otras tradiciones literarias latinoamericanas y fortaleció su perfil internacional.

   Carácter multifacético, capacidad de transitar con igual entrega por la pintura, la poesía y la música; figura integral y representante de lo más auténtico de la cultura nacional.

   Trágicamente, la vida de Ada Elba Pérez se apagó demasiado pronto. El 14 de julio de 1992, con apenas 30 años, un accidente de tránsito truncó su existencia corporal. La noticia conmocionó a sus colegas, a los niños que cantaban sus temas, a los amigos que compartían su pasión por el arte y a todos los que habían reconocido en ella un talento excepcional.

   Sin embargo, su muerte temprana no significó el olvido, por el contrario, su legado se multiplicó con el tiempo, y su nombre se convirtió en símbolo de la creatividad, la ternura y la fuerza espiritual del arte cubano.

   Tras su fallecimiento, recibió reconocimientos póstumos como la medalla Raúl Gómez García, entregada en 1993, y el Premio Abril. En su honor se instauró la Bienal “Identidad”, que desde 1997 se celebra en La Habana, la Isla de la Juventud y su natal Jarahueca.

   En esas jornadas, jóvenes artistas de distintas disciplinas recuerdan a Ada Elba, no como un personaje distante de la historia, sino como un faro inspirador que demuestra cómo la autenticidad y la pasión pueden convertirse en huella imperecedera.

   Al evocar hoy su natalicio, más de seis décadas después de su llegada al mundo, no se trata solo de rendir homenaje a una figura artística, sino de reconocer la vigencia de sus composiciones, de sus poemas y de sus lienzos, porque hablamos de una mujer creadora para el suyo y para todos los tiempos, porque supo dar forma a lo universal a través de lo sencillo.

   El recuerdo de Ada Elba Pérez nos invita a defender la poesía, la música y las artes visuales como expresiones de ternura, como herramientas de transformación y como testimonios de lo que significa vivir plenamente.

   Conmemorarla hoy es, al mismo tiempo, celebrar la fuerza de la mujer creadora cubana, esa que desde la sencillez ha construido puentes entre generaciones, y dejado legados imborrables: pasión por el arte, honestidad de espíritu, llama encendida en la memoria colectiva.