“Respeto engendra respeto”, con estas palabras Germán Águila Mesa, nacido en tierras villaclareñas el 12 de mayo de 1940, trata de resumir la forma en que ha tratado a cada persona a lo largo de su vida, tanto dentro, como fuera de los campos de béisbol.
Jugador durante 13 años de los equipos de Industriales que dominaron las primeras Series Nacionales, y árbitro de este deporte a nivel nacional e internacional durante otros 27; su existencia fuera de los terrenos ha sido “como la de cualquier cubano.”
Cuando Germán Águila tenía nueve años, su familia se trasladó a La Habana para evitar una zona rural donde la tiranía batistiana ejercía constantes presiones.
“Pero la vida en la capital no fue como esperaba. Pasé hambre y necesidades. Yo era de los que tenía que caerle atrás a los arados y comer boniato crudo. Desde pequeño limpiaba zapatos, trabajé recogiendo metales, huesos, botellas, vendía ejemplares de la revista Bohemia, boletos, todo para tratar de sobrevivir.”
Al mudarse para la zona del Cerro, asistió a la Escuela 77, en la cual conoció a una profesora llamada Aurora, apasionada de la pelota, quien lo incluyó en el equipo de ese centro, donde dio sus primeros pasos en materia deportiva.
“Con el profesor que nos enseñaba a jugar pelota, Lucio Manuel Piloto, entrenábamos para topar con los planteles de otras localidades, y constituimos un buen conjunto.
“En 1957, jugando con el Cerro Juvenil, la Policía nos detuvo por apoyar al Movimiento 26 de Julio. El pitcher del team estaba vinculado al Movimiento, y ese día nos llevaron presos a casi todos. Varios de ellos colocaron una bandera del 26 en el área de la Ciudad Deportiva, sobre el home del terreno.
“Después de eso, en 1958, me incorporé a la liga del municipio Pedro Betancourt, perteneciente a la provincia de Matanzas. Me envió El Chino Hernández (Manuel Hernández Machado), quien era árbitro y, más adelante, me enseñó también las labores de ese puesto.
“Allí jugué la posición de sior, es decir, de torpedero. En los escolares jugaba center field ( jardín central) , y Lucio Manuel Piloto me decía que tenía unas manos muy buenas, que cuando la bola me llegaba al guante no se iba, por eso me decidí por el puesto de torpedero. Más adelante, con Pedro Chávez en el colectivo del aeropuerto, igualmente me desempeñé en tercera base.”
Jugando en las categorías provinciales, fue captado en 1962 como refuerzo para Industriales. Gran regocijo le causa recordar cómo fue su estancia en el conjunto más ganador de la pelota cubana, y cuyo nombre se lo pusiera el Che, a quien también admira.
“Hice buenos equipos con los azules de la capital y Nacionales (Cuba). Fui campeón con ambos”, comenta Aguila.
¿Cómo comienza a influir el éxito en la relación con sus compañeros en el terreno y los fanáticos?
“Satisfactoriamente para los jugadores, y no lo digo solo por mí, el deportista que es estrella, puede ser que tenga alguna que otra persona en contra, pero cuando eres bueno en lo que haces, subes como la espuma. La clave está en jugar bien, en ganar, y respetar, sobre todo dentro y fuera del terreno. Respeto engendra respeto”.
¿Y cómo ha sido su relación con la familia?
“Bien, siempre me he llevado muy bien con todos. Lo único que puedo decir es que me gustaría que alguno de mis hijos o nietos se hubiese vinculado al deporte. Tengo cinco hijos y, curiosamente, a ninguno le ha interesado dedicarse a la pelota; pero bueno, supongo que eso viene con uno, con la manera en que uno ve la vida.”
Pero Germán Águila no solo tuvo una memorable carrera como pelotero. En 1976, luego de su retiro como deportista activo, decidió continuar como árbitro.
¿Qué lo llevó a asumir esa otra labor?
“En aquella época cobraba 118 pesos, y tenía que mantener a tres muchachos. La gente me decía que me retirara y asumiera como árbitro, y yo, a pesar de todo, quería seguir jugando, pero en esa posición el salario era de 400 pesos, que en aquel momento era buen dinero. Ahora no, ahora eso se te va en una tarde”, dijo entre risas.
“El Chino Hernández fue quien me enseñó a arbitrar. Empecé el primer año con Francisco Fernández, Panchito, como le decíamos, muy buen ampáyer (alternativa al anglicismo umpire, que significa árbitro). Asumí esa función durante 27 años, y ese tiempo fue muy productivo porque conocía las reglas del juego y las del arbitraje, y todo eso me sirvió para ejercer después como profesor en la Ciudad Deportiva.”
¿Qué experiencias recuerda como las más destacadas en esa etapa?
“Tengo tres momentos difíciles como árbitro. Uno aquí, en el Latino, con el equipo Metropolitanos cuando apliqué sanciones por indisciplina. El segundo con Víctor Mesa, que es un gran amigo mío pero, como bien se dice, donde empieza el deber acaba la amistad.
“El otro fue en Santiago. En plena semifinal y a estadio lleno, tuve que dirigirme hacia el banco y, muy respetuosamente, aclararle al mánager del conjunto local que si seguía gritando lo iba a expulsar y, al final, lo saqué. Luego fue a buscarme para disculparse y finalmente terminamos siendo buenos amigos.”
¿Y experiencias positivas…?
“Algo que me marcó mucho fue haber jugado en tercera base con el Comandante Fidel Castro. De hecho, por poco lo pelo una vez, porque el barbero que usualmente lo hacía, que le decían Aquiles, ese día no había llegado, y me dijeron: ‘Si Aquiles no aparece te va a tocar pelar al Comandante.’ Y respondí: ‘Bueno, si le he jugado en tercera base, ¿qué hay de raro en que sea su barbero también?’ Pero al final el hombre llegó a tiempo.”
¿Alguna vez se ha planteado qué habría hecho si no fuera deportista?
“Bueno, siempre he sido un tipo trabajador, como las abejas, porque fue lo que aprendí de mis padres. He hecho trabajos de albañilería, pintura, y además soy barbero.
“En 1966, la difunta Aida Diestro, del cuarteto Las D’Aida, se me acercó, en una ocasión en que estábamos celebrando que habíamos ganado el campeonato con Industriales y nos pusimos a tocar un poco con tumbadoras y a cantar.
“Ella se acercó y me dijo: ‘Niño, no se ponga bravo por lo que le voy a decir, pero yo creo que usted no es pelotero, es un artista, un cantante.’ “Imagínate qué honor”. Eso me lo dijeron también Los Papines en Venezuela, en 1973; pero bueno, siempre me gustó más la pelota. Siempre me ha gustado la música y cantar. Pero la pelota es lo mío.”
Y después de su retiro como árbitro: ¿continuó trabajando?
“Estuve un tiempo de comisario técnico, asesorando el desempeño de los árbitros y comisionados del béisbol nacional. Pero lo dejé después del 2003. Me he ganado la vida siendo barbero, y cobro solo 30 pesos por pelado. No me ha ido mal, viene bastante gente todos los días.
Como expresa el dicho popular: “El que más da es el que más recibe, porque del Cielo se fiscaliza todo lo bueno y todo lo malo que se ha hecho en la Tierra”, y siempre trato de no hacerle mal a nadie, aunque nunca le tuve ni le tengo miedo a nadie. He vivido a la riposta, como las abejas. Respeto engendra respeto”, reitera.
Y jocosamente termina con otra expresión popular: “Que lo sepan los crecidos, y los que están por crecer, en la vida o en la muerte, siempre estaré con Fidel, porque me llevaban preso por gusto, solo por ser negro y pensar diferente, y la Revolución me ha puesto en el lugar en que estoy hoy”.