El héroe anónimo de manos inquietas

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ACN - Cuba
Claudia Laura Rodríguez Zaldívar | Foto: Juan Pablo Carreras Vidal
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19 Abril 2024

Hay héroes que no lo son por luchar cientos de batallas o ganar guerras. Los que en Mayarí conocen a "Papi" lo creen uno, aunque aún no le hayan dado el título y es que 45 años de faena en el sector de la pesca y la producción de alimentos, le merecen a Ramón Alfredo Despaigne el respeto de todos.

   Su figura alta y delgada se mueve por la Unidad Empresarial de Base (UEB) Acuanipe, de Holguín,  con la confianza que tiene quien camina por su propia casa; el ardor del sol no es impedimento para detenerse a conversar con quien lo interpele, y muchos se giran hacia él como un hijo por la aprobación del padre.

   Cuando habla pareciera que te conoce de toda la vida, las arrugas de su rostro evidencian su experticia y gesticula con las manos como si dibujara con ellas cada palabra, entonces los escenarios, personas y hechos, se hacen más vívidos en su recuerdo.

   "Llegué aquí a inicios de la década de 1980, cuando me desmovilicé del ejército. En aquel entonces esto era muy diferente, solo había unos almacenes que radicaban donde ahora se encuentra la Escuela de Remos y allí se depositaba el pescado hasta el momento de su recogida.

  "Yo era el encargado de realizar guardias. Esa fue la primera plaza en que me mantuve durante cuatro años, después de eso, y por la confianza depositada en mí, he pasado por otros puestos".

   Celador, estibador, almacenero y, en la actualidad, obrero del salón de procesos son algunos de los empleos que ha asumido Ramón durante su larga trayectoria dentro de la UEB, lugar en el cual sus palabras y consejos son valorados como dictámenes de la voz de la experiencia.

   "Domino todas las tareas que realizamos hoy, ya sea la captura, la preparación y limpieza de los pescados o el empaquetado. He estado dispuesto a ayudar donde me necesitan y creo que es por ello que si surge una duda de qué hacer y cómo hacerlo, siempre cuentan conmigo.

   "Cuando me jubilé me sentía inquieto en casa, como si estuviera enfermo o me faltara algo vital para vivir. Estaba adaptado a trabajar desde muy temprano y terminar en la tarde. Extrañaba la camaradería con mis compañeros y el ambiente familiar, así que poco después de un año, al encontrarme con mi antiguo jefe, no dudé en recontratarme".

   Se dice viejo pero no lo demuestra, pues trabaja tanto o más que los jóvenes, en quienes confía para mantener y mejorar la institución que siente suya y en la cual está expuesto, a la vista de todos, un reconocimiento enmarcado a su labor que señala con orgullo.

   "Me han otorgado varios, entre ellos la condición Vanguardia Nacional que mantuve durante 16 años. Ser merecedor de una distinción de tanta importancia, conlleva mucha responsabilidad y no se obtiene fácilmente, pero la felicidad de que aprueben lo que uno hace es muy grande".

   Cuatro décadas le parecen poco al afirmar: "Es muy importante lo que realizamos y aportamos a la sociedad, uno se siente valioso. Aún estoy bien para seguir mi labor, pienso estar aquí, en cualquier frente, todo el tiempo que me quede."

   Ramón Alfredo es, sin dudas, un héroe porque la heroicidad también reside en la constancia de trabajar en beneficio de los demás, en la experticia escondida en llagas y cicatrices de años de esfuerzo, las mismas que abundan en sus inquietas manos.