El sexo no es solamente un impulso biológico, forma parte también de una dimensión de la conducta que, ligada de manera estrecha a patrones culturales, va mucho más allá de la función puramente reproductiva.
Por otra parte, la salud sexual, tanto mental como física, deviene uno de los aspectos más significativos de la vida. La tendencia a creer que solo los jóvenes pueden disfrutar de una buena sexualidad resulta alta, pero la edad para amar y explorar libremente todas las zonas sensuales de nuestro cuerpo no está limitada.
La doctora Alina María González Moro, especialista en Gerontología y Geriatría, explica que en esa etapa se trabaja con un concepto de sexualidad mucho más amplio al normalmente considerado, se trata de disfrutar el placer del contacto corporal y la comunicación, así como la seguridad que produce sentirse querido y deseado".
Manifiesta también que están presentes todas las formas de expresión, la aproximación al tacto, la intimidad emocional, la compañía, la masturbación; en definitiva, una sexualidad en la que el placer es encontrado en la intimidad compartida, en descubrir y ser descubierto, en fin, esencialmente una forma de comunicación entre las personas.
Hasta hace pocos años se creía que la menopausia marcaba el final del goce sexual femenino, y bajo estas creencias se han formado muchas generaciones que responden a antiguos patrones marcados por un rechazo sostenido ante la manifestación de placeres sexuales en el tercer periodo etario.
Indiscutiblemente hay cambios biológicos que se experimentan cuando envejecemos y que, sumados a los de índole social y cultural, intervienen en el deseo y la capacidad de sentir y amar en los ancianos.
Sin embargo, González Moro comenta que para comprender la sexualidad del adulto mayor debemos no solo entender los cambios fisiológicos, sino ubicarlos en su contexto social y cultural; así como su propia historia, experimentada a lo largo de la vida en el desempeño de su erotismo.
Asimismo el proceso de envejecimiento sexual se inicia mucho antes de llegar a la tercera edad, y tiene una evolución lenta y continua, con una gran variabilidad interindividual.
Según la especialista, en la mujer, la etapa biológica que representa la menopausia, y en concreto los años posmenopáusicos, señalan el fin de los estados procreativos y, por tanto, una transición a otra fase en el ciclo biopsicosocial de la existencia, creando nuevas condiciones para la actividad sexual.
Igualmente los cambios más bruscos acontecen en la vagina, como consecuencia de la disminución de estrógenos.
La atrofia de la mucosa vaginal acompañada de la disminución de lubricación en algunas mujeres produce dolor en la relación coital, pero la doctora González Moro aclara que puede ser contrarrestada con el uso de cremas específicas aplicadas localmente o, en casos extremos y siempre bajo control médico, pueden requerir el uso de la terapia sistemática de reemplazamiento de estrógenos.
Para el hombre el proceso deviene más regular, las transformaciones de mayor importancia afectan a la capacidad de erección, frecuencia del coito y duración del periodo refractario.
Por otra parte, la inseguridad y la ansiedad son los aspectos que más pueden interferir en su actividad sexual, lo que refleja una falta de conocimiento y no aceptación de los procesos de envejecimiento.
"El hombre que a los 65 años comprueba que tarda más tiempo en alcanzar la erección puede atribuir esta situación a falta de potencia, cuando simplemente resulta un cambio fisiológico de esa etapa de su vida, no más o menos sorprendente que el hecho de que no tenga la misma fuerza física que tenía a los 25 años", refiere la experta.
Numerosos estudios demuestran que estas nuevas condiciones en sí mismas no suprimen la necesidad y la capacidad para la actividad sexual. Resulta esencial que las parejas no se sientan limitadas en este capo, que conozcan el uso de otras técnicas.
"Las relaciones sexuales exigirán más tiempo, más compenetración, más ello no tiene por qué limitar a la pareja, sino ofrecerle la ventaja de alargar el disfrute, la comunicación y la interdependencia" afirma la especialista.
En definitiva, los cambios normales fisiológicos que acontecen en la vejez no deben convertirse en un final para los placeres sexuales. Ha de tomarse la experiencia acumulada y eliminar prejuicios en aras de disfrutar de esta nueva etapa de la vida brindando y recibiendo placer.
Liz López Hernández
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15 Mayo 2014
15 Mayo 2014
hace 10 años