“La patria es deber, deber sagrado”

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ACN - Cuba
María de las Nieves Galá León | Foto: Archivo
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30 Septiembre 2025

   El 2 de octubre de 1932 en La Lisa, La Habana, nació Antonio López Fernández, Ñico. Su infancia fue dura. Con solo tercer grado, estuvo obligado a abandonar la escuela para ayudar a la familia: vendió periódicos, limpió pisos y trabajó junto al padre en un camión que trasladaba mercancía al Mercado Único.

   Condenó el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, protagonizado por Fulgencio Batista, y tomó parte en el entierro simbólico de la Constitución del 40, organizado por la Federación Estudiantil Universitaria.

   Conoció a Fidel Castro en mayo del propio 52, en el acto de homenaje a Carlos Rodríguez, quien falleció, víctima de los golpes recibidos por la policía durante una manifestación. Posteriormente, Fidel le encomendó la impresión y distribución del boletín El Acusador.

   El 26 de Julio de 1953 estuvo entre los asaltantes al Cuartel de Bayamo, en la actual provincia de Granma. Luego del fracaso de la acción, pudo escapar y semanas más tarde partió al exilio, primero hacia Guatemala, de donde se trasladó a México.

   En 1955, luego de la amnistía política, regresó a Cuba y se dedica a laborar en la organización del Movimiento 26 de Julio en zonas de las provincias de Oriente, hasta partir a tierra mexicana para convertirse en uno de los expedicionarios del yate Granma.

   Tenía un alto concepto de la patria, de la familia y de la urgente necesidad de derrocar a la tiranía de Batista. En una de las cartas dirigidas a su hermana, diría:

   “(…) no creas que cuando fui a Santiago de Cuba a pelear fue solo con el propósito de tirar tiros, pues cuando me decidí a ir lo hice porque no podía permanecer tranquilo ante las injusticias de los gobiernos Vende Patrias, no fui a luchar solo contra Batista fui a luchar contra un sistema contra el mismo sistema que representa Prio, Aureliano y Grau (…)”.

   Por esos ideales estaba dispuesto a morir. Su honestidad la puso a prueba en todo momento. Su compañero de lucha, Raúl Castro Ruz, rememoró:

   “… lo vimos en una oportunidad con 200 pesos del Movimiento incipiente en los bolsillos y verlo caminar cuadras y cuadras, por ahorrarle los seis centavos del pasaje al Movimiento; basta recordarlo haciendo esos recorridos con sendos agujeros en sus gastados zapatos cubiertos con un cartón, cosas que sabemos por convivir con él no porque las pregonase; basta recordarlo tomándose un café con leche, como único alimento, en cualquier cafetín habanero, al final de cada jornada, a altas horas de la noche y teniendo en el bolsillo dinero del Movimiento…”.

   Y añadiría: “…basta recordarlo emprendiendo dentro de cualquier reunión una crítica firme y fraterna contra todos los errores y debilidades que los demás pudiésemos cometer; y basta recordarlo irreductible, incorruptible, en la postura que mantuvo hasta el día de su muerte (…)”.

   En los recuerdos de Raúl está descrita la personalidad de Ñico y puede entenderse por qué comprendió tan joven la necesidad de una Revolución para transformar la realidad del pueblo cubano. En otra misiva a su hermana, en julio de 1955, reafirmó:

   “La patria es deber, deber sagrado, deber por el cual sus hijos deben darlo todo (…) ¡yo lucho hermana mía, por no ver más miseria en los hogares, por no ver más ladrones, por no ver más hermanas llorando por no ver más muchachos jóvenes partir al campo de batalla dispuestos a dar sus vidas”.

   Así, cuando el 2 de diciembre de 1956, desembarca junto al resto de los expedicionarios por Los Cayuelos, muy cerca de la playa Las Coloradas, estaba convencido de que la lucha armada era el camino para la victoria final contra el dictador.

   Tras la dispersión de los revolucionarios, al ser atacados por fuerzas del régimen batistiano, llega hasta Boca del Toro, en la costa de la localidad de Niquero.

    El 7 de diciembre de 1956, por una delación, fue apresado por el teniente Julio Laurent. Sería asesinado junto con los también expedicionarios Miguel Cabañas, José Smith, Tomás Royo y Cándido González.