María de las Nieves Galá León | Fotos: Manuel Valdés Paz y Agustín Borrego Torres
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07 Junio 2023

 

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Desde nuestra casa, en el poblado de Pijirigua, en Artemisa, divisábamos la Sierra del Rosario, unas veces azul, otras, radiante de verdor, con el sol durmiendo entre el lomerío. Para nosotros, era una suerte dormir con ella de guardiana.

Dentro de sus bellezas está Las Terrazas, comunidad por la cual siento un amor especial, pues se entrelaza con la nostalgia familiar. Entre sus ríos y árboles, mis hermanos y yo disfrutamos muchas de las vacaciones de la infancia. Estaba convencida de que ese era el sitio más hermoso de Cuba.

Mi hermana Cachy me contradecía: “¿Por qué dices eso?, ¡no hemos ido a ningún otro lugarǃ”. Y era cierto, no conocíamos la Isla, éramos unos guajiritos de tierra adentro, sin otra visión del mundo.

El tiempo pasó y gracias al oficio, muchos otros espacios paradisíacos he recorrido; no obstante, sigo enamorada de esa zona especial que tal parece un hermoso cuadro, detenido en el tiempo, obra de uno de esos pintores pinareños que se han dedicado a exaltar el paisaje de su tierra.

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Allí se puede disfrutar del “recital” de un tocororo, que no se inmuta ante las personas, o de un sinsonte que entona su canto para deleite de todos. Hay diversidad de aves y de flora.

Cuando uno se adentra, reconoce que la vida bulle, que naturaleza y hombre van por un mismo camino, como buenos amigos y uno cuida del otro. En 1968, al comenzar a desarrollarse el Plan Sierra del Rosario, algo quedó claro para los proyectistas: se transformaría la vida de los habitantes, pero sin perjudicar el medio ambiente. Fue así como todo se integró, las nuevas y modernas moradas quedaron como tejidas en medio de las montañas.

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A los parajes les nacieron escuelas, proliferaron los médicos; llegaron la electricidad y el desarrollo cultural. Cambió la vida del campesino y de toda la familia. De pronto pudieron soñar y hacer planes para el futuro.

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Sin embargo, en los campesinos se ha mantenido ese afán por cuidar su terruño, por preservar los árboles, los pájaros, los ríos, tan así es que está declarada como Reserva de la Biosfera en Cuba.

Si un día anda por Las Terrazas, en medio de la Sierra del Rosario, de seguro se enamora como yo de sus encantos. Cada vez que retorno a la casa de mi infancia, me detengo en el portal y contemplo la maravilla que a lo lejos se divisa. No tengo dudas: con la experiencia de los años, reafirmo que ese es uno de mis sitios favoritos de la Isla. (María de las Nieves Galá León, ACN)