La presencia de Cuba en el VI Clásico Mundial de Béisbol está en un limbo, a la espera de que el Gobierno de Estados Unidos otorgue, en tiempo, una licencia para que la Oficina de las Grandes Ligas (MLB, en inglés) pueda convocar a la selección de la isla.
Esta semana la Federación Cubana de Béisbol y Softbol (FCBS) emitió una nota de protesta para denunciar que debido a la ausencia de ese permiso los organizadores del torneo no han podido solicitar la nómina de 50 jugadores, proceso iniciado el primero de septiembre con el resto de los clasificados.
De acuerdo con las leyes del bloqueo económico, comercial y financiero, la MLB requiere de un documento aprobatorio de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, en inglés), subordinada al gubernamental Departamento del Tesoro, para poder establecer relaciones con la mayor de las Antillas, incluso deportivas.
Sin esa licencia resulta imposible la participación cubana en el VI Clásico, cuya ausencia sería un hecho inédito, a pesar de que en ediciones precedentes hubo retraso en el otorgamiento del permiso.
Para las citas de 2006 y 2023, la OFAC dio luz verde a las negociaciones con Cuba cuando faltaban pocos meses para el día inaugural de la principal justa de selecciones de béisbol.
Sin embargo, la escalada en la agresividad de la Casa Blanca contra el pueblo cubano complejiza el contexto actual y algunos medios han filtrado que los organizadores del Clásico estudian la opción de un plan B para sustituir a Cuba, si en definitiva no reciben el beneplácito de Washington.
La yunta Donald Trump-Marco Rubio se ha propuesto congelar definitivamente los vínculos entre ambos extremos del estrecho de la Florida y entre sus principales víctimas está el deporte, como si tirándole bolas políticamente malas vayan a ponchar el orgullo que sienten los cubanos, vivan donde vivan, por su béisbol.
Empecemos por una pregunta clave: ¿por qué la OFAC debe emitir una licencia para que deportistas asistan a una competencia internacional, si esa entidad, según reza en su sitio web: “administra y aplica sanciones económicas contra jurisdicciones y regímenes extranjeros específicos, así como contra personas y entidades que realizan actividades dañinas”?
Y cita entre estas, a “terroristas, narcotraficantes internacionales, proliferadores de armas de destrucción masiva, y otros actores malignos, en respuesta a amenazas contra la seguridad nacional, la política exterior o la economía de los Estados Unidos”.
¿En cuáles de estas categorías clasifican los peloteros del equipo Cuba, si, incluso, algunos de los candidatos a formar la plantilla residen dentro del territorio estadounidense?
La dilación en la entrega del permiso para convocar a Cuba al Clásico beisbolero confirma la política discriminatoria del Gobierno de Estados Unidos, que durante el segundo mandato de Donald Trump ha negado o retrasado el visado a más de 80 miembros del movimiento deportivo de la isla, incluidos atletas, entrenadores y federativos.
¿Quién quiere, además del tándem Trump-Rubio, a Cuba fuera de lo que por derecho propio se ganó? ¿Qué aficionado al béisbol no aspira a ver a la selección de la isla en ese certamen, donde ocupó en la pasada edición el cuarto lugar?
Es momento de juntar voces, dentro y fuera de fronteras, para condenar un comportamiento hostil, arbitrario e injusto, que atenta contra el espíritu deportivo y los principios de respeto, equidad y transparencia que deben regir cualquier competencia internacional.
Quienes amen al béisbol no deben dejar que sean individuos políticamente motivados por el odio hacia el pueblo cubano quienes ejerzan como árbitros del juego antes del play ball del VI Clásico Mundial.