José Martí, a 130 años de su caída en combate

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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18 Mayo 2025

Bastará una sola de sus virtudes para ser recordado y amado, pero José Martí, caído en combate el 19 de mayo de 1895, hace 130 años, en Dos Ríos, tuvo tantas que eso explica hoy porqué sigue siendo el faro de luz iluminador del pensamiento y la toma de conciencia de los cubanos y al mismo tiempo su Héroe Nacional.

   Poeta y periodista desde la adolescencia, fue también revolucionario y político, a favor de la independencia de su tierra natal desde edad temprana.

   Llegó a Dos Ríos, desde su muerte sitio sagrado para sus connacionales,  después de su retorno a la Patria desde el 11 de abril anterior, para implicarse de lleno en los combates de la Guerra Necesaria organizada por él tras 15 años de exilio en Estados Unidos.

   A quienes por aprecio le aconsejaron no ir a la guerra directa, por ser hombre de letras y político y no soldado, les aclaró que iba a cumplir enteramente con su deber, puesto que había sido el evocador de esa campaña libertaria.

   Antes de que las balas enemigas lo derribaran del caballo en su primer y último combate fue ascendido al grado de Mayor General del Ejército Libertador, en la finca La Mejorana, con la anuencia del Generalísimo Máximo Gómez y del Titán de bronce, Antonio Maceo, lugarteniente general.

   La arrancada de la nueva epopeya de los cubanos se produjo el 24 de febrero de 1895, pero los jefes solo pudieron llegar a Cuba días después, a inicios de abril.

   En los campamentos incluso se hablaba de José Martí como presidente de la futura Cuba libre, aunque él prefería que lo identificaran como delegado del Partido Revolucionario Cubano, esencial en la movilización que hizo realidad la campaña, y en tanto sí tenía claro cuál era la nación a fundarse una vez lograda la soberanía.

   La víspera de su partida física en carta inconclusa a su entrañable amigo mexicano Manuel Mercado, le confesó haber trabajado en secreto y a conciencia para impedir con la libertad de Cuba la expansión de Estados Unidos por América. Y así lo seguiría haciendo.

   Esa declaración irrefutable sigue siendo clarinada iluminadora para sus coterráneos de hoy y de siempre.

   El poeta, ensayista, escritor y periodista José Martí tenía gran reconocimiento por su obra intelectual, que incluyó labores como profesor y diplomático en varios países de América. Todo ese quehacer, el cual sin duda amaba, lo dejó para entregarse por entero a la causa de la independencia cuando creyó llegado el momento.

   Sin contar el dolor sufrido ante las incomprensiones de su madre, doña Leonor Pérez, y su progenitor, don Mariano Martí, así como de la que fuera su esposa, Carmen Zayas Bazán.

   A pesar de ello, perviven joyas de su creación como los Versos sencillos, Versos libres, el poemario Ismaelillo, dedicado a su hijo José Francisco, y la Edad de Oro. Se le considera padre del movimiento poético modernista, valoración discutible todavía, pero que tiene fundamento.

   También perduran el ensayo Nuestra América y sus valiosos testimonios en el periodismo como las Crónicas norteamericanas y la Sección Constante del periódico venezolano El Nacional.

   Su extensa papelería que incluye discursos, documentos y cartas a familiares y amigos, compilada en Las Obras completas, es monumento de sabias enseñanzas en múltiples vertientes, que lo muestran además con grandes dotes filosóficas sin tener ese oficio.

   Organizar la guerra necesaria fue la tarea número uno de su vida, por propia voluntad en los últimos años, e hizo un trabajo duro y titánico en medio de sus modestas condiciones rayanas en la pobreza en ese obrar en tierra ajena, donde además se le vigilaba y perseguía.

   Tomó el batón dejado años atrás por los padres fundadores y para cumplir la enorme faena fue fiel hasta el sacrificio y el desgaste de su salud, bajo los principios de su honradez, siempre fortalecido y hasta dichoso y lleno de felicidad en la víspera de su despedida final. Por eso también fue llamado Maestro y Apóstol de la Independencia.

   Hoy sus compatriotas amplían y hacen más hermoso el monumento que precisa el lugar de su muerte, de cara al sol, en Dos Ríos, llano cercano al municipio de Jiguaní, en la hoy provincia Granma.

   Y hacen más, lo recuerdan desde las actividades y lecturas escolares, que pretenden conocerlo de manera tan múltiple y profunda como fue su existencia. Disfrutar de sus poemas, aprender de sus luces políticas y humanas están entre sus objetivos.

   Se comprometen diariamente con él tratando de seguir su pensamiento para mantener una Patria soberana, con todos y para el bien de todos.