Aunque surgido de forma accidental y con muchas teorías sobre su procedencia, lo cierto es que el queso, ese alimento tan completo, llegó al mundo para quedarse y así lo demuestran sus muchos siglos de existencia, manteniéndose en la preferencia de multitudes.
Buena parte de las hipótesis marcan su surgimiento en Mesopotamia, hace alrededor de ocho mil años, mientras textos digitales indican que en el interior del templo de la diosa de la vida, se encontró el primer documento gráfico de la historia de su producción, en un friso llamado La Lechería.
Varios sitios coinciden en la alta valoración del queso en la antigüedad, pues los habitantes del Antiguo Egipto ya se deleitaban con su sabor y los soldados de la Antigua Roma, lo incorporaron a su dieta.
De ahí que muchos adoraran la leyenda de su casual descubrimiento cuando un comerciante árabe, en un día de mucho calor, vertiera leche en una bolsa para calmar su sed en una jornada de labor y por obra de las altas temperaturas quedaran separados el suero y la masa sólida que dio lugar al queso.
Múltiples documentos y artículos en el ciberespacio, se refieren a la fascinación de Miguel de Cervantes por un queso peculiar por su forma, hecho a base de leche cruda en la localidad española de Tronchón, a más de mil metros de altitud, en el Levante español.
El producto es citado varias veces en las páginas de ese genio de la literatura antillana y también fue consumido habitualmente por María Antonieta, según contenidos virtuales.
Cuentan de igual forma que Bonaparte prefería el producto francés llamado Valancay, elaborado de leche cruda de cabra de Berrinchón, con forma de una perfecta pirámide, el cual lo acompañaba cotidianamente; pero no se sabe si fue el exceso de calor o el sobreconsumo, el que provocó se le nublara la visión en Egipto.
Se dice que tras la derrota, la emprendió contra el Valancay y con su espada le cortó el vértice.
Historias o curiosidades aparte, hay que admitir las muchas facilidades para su producción, al poderse fabricar con cualquier tipo de leche, lo mismo de vaca, búfala, cabra, e incluso camellos y alces en algunos países.
La primera fábrica de queso se estableció en Suiza en el año 1815, afirman páginas, no obstante, su elaboración a gran escala se inició en 1851 en Estados Unidos, país que acapara alrededor del 30 por ciento de la producción mundial, sin embargo, el más consumidor resulta Grecia, de acuerdo con esos sitios.
A nivel global existen unos dos mil tipos de queso; cada país tiene sus propias variedades y, algunas de ellas, gozan de denominación de origen, al confeccionarse únicamente en determinada región en particular, precisa el Universal, de México.
En Cuba se producen exquisitos quesos, cuya fabricación con alrededor de 20 variedades tienen su máxima expresión en Camagüey, provincia con tradición ganadera, convertida en la principal potencia cubana en este renglón, además del acopio de leche, sostiene el periódico Adelante.
Sin dudas, hay que agradecer a la providencia el descubrimiento de ese alimento, muy beneficioso para la salud, al aportar un elevado valor nutricional, con el concurso de proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales esenciales en una dieta balanceada.
Y como si fuera poco, es capaz de, con su adición, contribuir a la exquisitez del más sencillo o común de los platos, y de satisfacer hasta el más refinado y exigente turófilo (amante del queso). No por gusto, durante siglos ha permanecido en la preferencia de multitudes.