En la Empresa Municipal de Servicios Comunales de Isla de la Juventud, Alexy Idalmis Almoza, es reconocida desde hace años como una trabajadora ejemplar, gracias a sus 20 años dedicados a la administración del Cementerio Civil de Nueva Gerona.
Sin embargo, detrás de su impecable trayectoria y del respeto que le profesan sus colegas, se oculta una historia conmovedora.
Dolor que quebró su voluntad, la renuncia personal y una fuerza nacida de la desesperación marcaron su vida, tras la pérdida más devastadora. Aún con la emoción a flor de piel, Idalmis accedió a compartir su historia en exclusiva con la Agencia Cubana de Noticias.
Soy Técnico Medio en Explotación del Transporte, y trabajaba en la Empresa de Talleres Automotores cuando ocurrió la tragedia que cambió mi existencia: la muerte de mi único hijo, quien falleció a los 19 años en un accidente de tránsito, relata.
Confiesa que el impacto fue devastador. “Mi mundo se derrumbó por completo y el cementerio se convirtió en el único lugar que me brindaba un poco de paz, porque me permitía estar cerca de la tumba del ser que más había amado. A veces, incluso, me escondía entre las bóvedas para no ser vista por el custodio cuando cerraban el acceso al caer la noche”.
Durante semanas —quizás meses— Idalmis abandonó su trabajo y las rutinas cotidianas. El camposanto geronense se convirtió en su refugio. Con el tiempo, gracias al apoyo psicológico y la ayuda incondicional de amigos y familiares, logró —poco a poco y con mucho esfuerzo—reconstruir su vida, aunque el dolor nunca ha desaparecido.
En sus constantes visitas al campo santo, observó bóvedas deterioradas y tumbas descuidadas.
“Sentí la necesidad de devolverle la dignidad a este lugar tan especial”, recuerda. Al enterarse de una vacante para el puesto de administradora, pidió ayuda al entonces presidente del gobierno local. Tras revisar su historial laboral, fue orientada para acceder al cargo.
Comencé a organizar, restaurar, pintar y reconstruir, con el propósito de devolverle al sitio sagrado la dignidad que merece, tanto por respeto a los familiares como por tributo a la memoria de quienes allí descansan”, afirma.
La experiencia de perder a su hijo transformó a Idalmis en una persona más sensible y empática hacia quienes atraviesan el duelo.
“Me esfuerzo para que, mientras sepultan a un ser querido, reciban no solo la atención necesaria, sino también calor humano, respeto, solidaridad y consuelo”, explica.
Tal filosofía ha sido transmitida al equipo que dirige, a fin de fomentar un ambiente de comprensión y apoyo.
Idalmis se siente comprometida con la labor que realiza. “Aquí estaré mientras la existencia me lo permita, aunque ya pasé los 60 años”, afirma con determinación.
En este lugar, cerca de donde descansan los restos de su queridoretoño, ha encontrado un alivio parcial para su pesar. Sin embargo, confiesa que hay días en los que el dolor resurge, especialmente, cuando sepultan a un niño o a un joven: “Esa herida vuelve a sangrar”, dice mientras su voz se apaga.