Abreu Fontán, héroe juvenil inolvidable de la clandestinidad

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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22 Septiembre 2025

  A 93 años del natalicio del patriota Gerardo Abreu Fontán, los cubanos honran la memoria de aquel joven de origen humilde nacido en la barriada de El Condado, en Santa Clara, el 24 de septiembre de 1932, uno de los dirigentes más destacados del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en La Habana, asesinado de manera bárbara por la tiranía batistiana.

   Tenía solo 25 años cuando esbirros a la órdenes del sicario policial Esteban Carratalá Novo perpetraron el crimen mientras él estaba al mando, de manera secreta pero a tiempo completo, de las Brigadas nacionales juveniles y universitarias del M-26-7 en la capital, por encargo del revolucionario Juan Manuel Márquez antes de partir a prepararse como segundo en la jerarquía de la futura expedición del Granma en México.

   No se detenía a pesar de la persecución que a esas alturas sumía a Cuba en un baño de sangre y fue detenido de manera casi casual por un agente que lo reconoció al viajar en un ómnibus en tránsito por Infanta el 6 de febrero de 1958 y lo condujo luego ante Carratalá.

   Al día siguiente su cadáver apareció masacrado con sadismo en las cercanías del antiguo Palacio de Justicia, hoy sede del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y del Consejo de Estado.

   Gerardo no pudo ver el triunfo de la Revolución cubana que a fines de ese año tendría su momento decisivo, pero combatió desde temprano en su corta existencia con un coraje y firmeza que lo entronizaron para siempre como ejemplo de los trabajadores y humildes de este pueblo, y de los pinos nuevos.

   Aunque solo había cursado hasta el cuarto grado de primaria asombraban su inteligencia aguda, modales educados, interés por la poesía y  la cultura; y se distinguía por su  ética, disciplina, tenacidad y otros valores.

   Muchos de sus compañeros de lucha entonces llegaron a creer que se trataba de un joven intelectual o estudiante universitario, como ellos, cuando los dirigiera en las mencionadas brigadas aunque él no presumiera.

   Siendo un niño muy pobre llegó como pudo a La Habana a los 11 años y allí fue aprendiz de carpintero y otros oficios. Luego resultó sorprendido por el Golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952. Ello lo llevó a la decisión de luchar contra el tirano.

   Se acerca al Partido Ortodoxo para ser en su membresía un reconocido líder de base. Colaboró más tarde a la campaña por la liberación de los cautivos en el presidio Modelo y ayudó a catapultar la Amnistía liberadora conseguida por el pueblo, a iniciativa del líder Fidel Castro.

   Tras la liberación ocurrida a mediados de mayo de 1955, el periodista revolucionario Ñico López le pide colaborar en la organización de las brigadas nacionales del 26 de julio, en la capital.

   Cumpliendo las labores de propaganda Gerardo consigue hacer aparecer en los muros de ciertas calles muy visibles mensajes y consignas revolucionarias pintadas, por cierto, algunas sobrevivientes al paso del tiempo si se mira con atención.

   También resaltó por sus dotes organizativas y el énfasis que puso en coordinar la unidad con otras corrientes políticas de entonces, como fue con el Partido Socialista Popular, bajo el acoso de la represión de la dictadura.

   Tras la partida de Fidel y López al exilio, en La Habana la persecución a los representantes del Movimiento y a todos los patriotas se recrudece y, por supuesto, se focaliza también en el joven Abreu Fontán. Obligado a extremar los mecanismos de la vida clandestina, aun así decide no parar en su accionar y recorre diversos puntos de  la ciudad y trabaja  en ello.

   Acompaña a Sergio González, El Curita, jefe de los grupos de acción del M-26-7, en la operación que el pueblo llamó la Noche de las Cien Bombas, el 7 de noviembre de 1957. Su existencia y su obrar entregó este héroe a la Patria. Honor a quien honor merece.