La Habana, 26 ago (ACN) El béisbol, como la vida, siempre coloca a los seres humanos frente a desafíos que no pueden evadir. Pedro Roque, un muchacho alto y de físico robusto, se enfrenta hoy al suyo: ser el nuevo guardián de la receptoría de Industriales en la venidera Serie Nacional.
Ante la salida de Oscar Valdés y Lázaro Ponce, el destino le ha dejado la máscara y los arreos, y con ellos el peso de un puesto donde se respira tensión y se mide el temple.
A sus 25 años, con apenas tres Series Nacionales a cuestas y menos de 200 turnos al bate, tendrá que guiar desde la trinchera más difícil a un cuerpo de lanzadores considerado entre los mejores del campeonato. La afición lo sabe, lo comenta, lo teme, pero Roque, lejos de intimidarse, sonríe confiado.
Para mí ser el receptor titular del equipo es un reto, pero no muy difícil, le declara a la Agencia Cubana de Noticias con esa serenidad que resulta extraña en alguien que sabe lo que está en juego.
Me siento bien preparado para asumir la responsabilidad y hacerlo lo mejor posible para echar para adelante al equipo. Yo sé que la afición tiene esa preocupación, pero voy a salir a darlo todo en el terreno y espero ganarme su confianza, agregó.
La receptoría, reconoce, le atrapó desde niño, cuando comenzó en la categoría 7-8 años. Es una posición donde tienes que estar activo, saber guiar a los lanzadores, porque eres el que está de frente al juego. Ese sentido de control, de brújula en medio de la tormenta, lo cautivó desde entonces.
Sin embargo, su misión no se limita a recibir y ordenar. La ofensiva sigue siendo su punto pendiente, un muro que exige golpes constantes.
Mejorar el bateo es un trabajo muy duro, la verdad, porque tienes que estar más concentrado en la defensa, pero pienso que con el entrenamiento y el juego diario eso vaya mejorando, confiesa. En esas palabras hay un reconocimiento honesto, pero también una fe incansable.
La vida fuera del diamante revela otra faceta: sociable, amante del ejercicio, las películas y la familia. No creo que los receptores tengamos mal carácter, asegura entre risas. Y en el terreno, la química con sus compañeros es palpable.
Sus referentes no son secretos: Frank Camilo Morejón y Ariel Pestano, símbolos de un linaje de máscaras cubanas que convirtieron la posición en arte y responsabilidad. Me gustaba mucho verlos jugar, dice. En ellos se mira, y desde ellos proyecta el camino que quiere recorrer.
Mi meta ahora mismo es lograr quedar campeón con Industriales, sentencia con la contundencia de un golpe seco de bola en el guante. Y agrega con convicción que "este equipo está bastante bueno, tiene un toque de juventud y experiencia, y pienso que eso va a ser fundamental para lograr lo primero, la clasificación".
Industriales carga con la historia de ser el conjunto más ganador del béisbol cubano, con 12 coronas, pero también con la herida de no alzar un título desde 2010, bajo la guía de Germán Mesa, hoy timonel de la selección nacional. El vacío pesa, el anhelo quema.
Roque lo sabe. Tal vez por eso, al hablar de sueños, su voz no titubea y quiere un campeonato, quiere que el rugido azul vuelva a retumbar en el Latino. Y aunque muchos lo vean como el punto débil, él se asume como posibilidad, como esperanza.
El joven receptor se ajusta la máscara, mira al frente, y parece decir sin palabras que está listo. Porque en el béisbol —como en la vida— no hay mayor victoria que la de enfrentarse al miedo y transformarlo en fuerza.