Nueva Gerona, 9 feb (ACN) Eloyda Frómeta Mendoza —enfermera de profesión con 30 años de ejercicio— es una mujer incansable cuya vocación y creatividad han tocado la vida de muchos en Isla de la Juventud.
Tras jubilarse y posterior reincorporación, su vida dio un giro inesperado en 2019 cuando al enfrentar una situación complicada con el padre, descubrió una nueva pasión: las manualidades. “Comencé haciendo culeros y otras artefactos que a las personas les gustaban”, relata.
El talento de esta sexagenaria no pasó inadvertido. Con el tiempo, participó en eventos de mujeres creadoras, donde sus obras fueron reconocidas con premios, así lo que comenzó como una afición se transformó en una fuente de satisfacción personal y comunitaria.
Elementos reciclables como latas de aluminio, papel, yute y tanquetas plásticas en sus hábiles manos se transfiguraron en cafeteras, muñecas y lámparas, entre otras piezas de artesanía ornamental y utilitaria.
Eloyda ha exhibido sus creaciones en la Casa de la Cultura, la Galería de Arte “Martha Machado”, la sede de la Federación de Mujeres Cubanas, así como en centros escolares y de trabajo. Pero su mayor deseo siempre ha sido vincular a los estudiantes con necesidades educativas especiales a un posible proyecto, que en el futuro la habilidad ganada les sirviera como fuente de empleo.
A pesar de sus esfuerzos, ella no ha logrado establecer un taller para emplear a amas de casa y personas con algún tipo de discapacidad, interesadas en aprender el arte de las manualidades. “Nunca he podido tener un espacio que funcione como taller”, se lamenta.
Sin embargo, su determinación no ha disminuido. A menudo, se enfrenta a desafíos como la escasez de pegamento adecuado, pero no se rinde: “A veces resuelvo con gasolina y poliespuma”, comenta.
Eloyda fue reconocida con cinco premios relevantes como innovadora. Su ingenio la llevó a crear una bolsa colector cuando el padre enfermó, así como culeros para pacientes pediátricos y adultos encamados. Incluso ha desarrollado un efimo-manómetro. A pesar de las dificultades para establecer un espacio físico, trabajó por cuenta propia.
He tocado muchas puertas incluidas las del organismo al que pertenezco y no he encontrado oídos receptivos, señala. Sin embargo, Eloyda sigue adelante con la esperanza de cumplir su sueño de tener un local donde pueda enseñar a otros. “No quisiera morir sin cumplir el sueño de tener un sitio para poder enseñar”, concluye con determinación.