Las hermanas Fonseca Peña: cuando la fe y el amor vencen al miedo (+Fotos)

Melissa

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ACN - Cuba
Nelson Hair Melik Marrero | Fotos: Autor
59
09 Noviembre 2025

Contramaestre, Santiago de Cuba, 9 nov (ACN) Esa madrugada, la del paso del huracán Melissa, el río no tuvo compasión; en Guayabal, un pequeño poblado del municipio de Contramaestre, el agua se alzó con una furia que nadie allí recuerda haber visto: subió alrededor de diez metros, arrasó con casas, árboles, animales y años de esfuerzo, pero no pudo con la voluntad de vivir de las hermanas Maritza y Mayra Fonseca Peña.

   Para ellas, la madrugada del 29 de octubre fue la más larga de sus vidas, interminable, de esas que se quedan en la memoria y no se olvidan jamás.

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   La lluvia golpeaba sin descanso, y el viento del ciclón se colaba por cada rendija, arrastrando con el un rugido constante, como si el cielo quisiera desgarrarse; el río crecido repentinamente, avanzaba silencioso y amenazante, dejando bajo agua todo lo que se interponía a su paso.

   Cuando abrimos la puerta, refirió Maritza, de 65 años de edad, a la Agencia Cubana de Noticias, el río estaba casi dentro de la casa de mi sobrino; los vecinos que allí nos protegíamos salimos huyendo carretera arriba, sujetándonos unos a otros, dándonos golpes, desesperados por no ahogarnos.

   Me caí cerca del puente, perdí las fuerzas, pues estoy enferma, y le pedí a mi hermana que me dejara, que se salvara, pero no quiso: ella me haló y me haló por toda la carretera, hasta que un vecino vino y nos ayudó; pensé que era el final, que el río me arrastraría, significó. 

   Lo vivido no tiene nombre, lo pasé muy mal, dijo, perdí mi casita, mi camita, mi colchón, mis animalitos, todo lo perdí; en mis años nunca había visto algo así, jamás, que el río tapara las casas, al punto que solo se viera el borde del tanque elevado de una de ellas.

   Fue muy duro, expresó mientras observaba los restos aún húmedos de lo que fue su hogar.

   Maritza, quien aún tiembla al recordar lo vivido, aseguró tener la esperanza de que llegará la ayuda, que pronto le arreglarán su casa para poder regresar; agradeció, mientras tanto, la vida de ella y su hermana, y la ayuda de un vecino militar que la acogió para que no quedara a la intemperie.

   En horas tempestuosas como esas, solo el instinto y la fe en sobrevivir son capaces de consolidar la fuerza y la voluntad de huir, de salvar lo más preciado: la vida; atrás quedaban televisores, camas, fotos, juguetes, documentos y vestuario, mientras la solidaridad entre vecinos se imponía bajo la furia del huracán en plena madrugada.

   Mayra, su hermana, damnificada también, recuerda que el agua le llegaba a la cintura, pero nunca pensó dejarla atrás: si nos ahogábamos, sería juntas, dijo, pero yo sabía que Dios nos iba a ayudar.

   Desesperada y sin poder ver en medio de la noche, subrayó que solo la luz de un relámpago le mostró el camino que había dejado un árbol caído sobre el puente; por ahí avanzó, halando a su hermana, hasta que un joven vecino acudió con una pequeña luz, cargó a Maritza y las llevó a un lugar seguro.

  Auxiliamos a los puercos, a las gallinas, señaló, pero mi perrita Tocola se quedó encerrada; cuando volví, la encontré esperándome sobre la cama, pensé que se había ahogado; no sé cómo lo hizo, pero ahí estaba, ella es mi compañera, mi fiel cuidadora.

   Cuando la tormenta cedió, la devastación era visible: casas derrumbadas, libros, botas, equipos electrodomésticos enterrados en el lodo, colchones húmedos, árboles caídos, desechos colgando de las ramas.

   Todo lo material se perdió, pero la vida permaneció intacta, y eso es lo más importante.

   Como estas hermanas, muchos en Contramaestre —uno de los municipios santiagueros más golpeados por Melissa—, enfrentan el reto de comenzar de nuevo, en tanto se contabilizan los daños y se trabaja sin descanso en la recuperación.

   Guayabal, como todo Santiago de Cuba, se levanta poco a poco.

   Las marcas del huracán son visibles, como también lo es la fuerza de la hermandad entre los ciudadanos, que, pese al cansancio y la pérdida, comparten lo que tienen, conversan y se sostienen unos a otros.

   Melissa quiso borrar todo, pero no pudo con la fe, la fuerza y la manera tan cubana de seguir adelante, aunque todo parezca perdido; Maritza y Mayra Fonseca Peña lo saben bien: sobrevivir, ayudarse, levantarse y mantener la esperanza son los verdaderos tesoros que ningún huracán puede arrebatar.