Nobel de la Paz: ¿justicia o interés geopolítico? 

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ACN - Cuba
Henry Omar Pérez Fotos: Telesur
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10 Octubre 2025

La Habana, 10 Oct (ACN) La concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a la opositora venezolana María Corina Machado genera un amplio escrutinio sobre el verdadero sentido de este galardón, será realmente un premio merecido o es de, sencillamente, la contribución a la construcción de un líder artificial y el intento de legitimar a una figura.

  Este reconocimiento, cargado de simbolismo, va más allá del mérito personal de la figura galardonada, revela las complejas intersecciones entre ideales humanitarios y las fuerzas políticas que configuran el orden mundial actual.

  En un panorama de tensiones crecientes, el premio obliga a reconsiderar su capacidad para fomentar la verdadera reconciliación entre naciones.

  Alfred Nobel fundó el distintivo para premiar avances en la concordia, el desarme nuclear y la hermandad global, inspirado en un mundo devastado por guerras. 
  Su legado distinguió a iconos como Martin Luther King Jr. o Nelson Mandela, símbolos de resistencia contra la injusticia y la opresión colonial.

   No obstante, episodios controvertidos han empañado su brillo, al parecer influenciados por agendas estratégicas de potencias dominantes, tal ambivalencia cuestiona si el galardón defiende principios eternos o se somete a las corrientes del poder hegemónico, la política y sus intereses.

  El comité noruego, integrado por ex legisladores seleccionados por el Parlamento de Noruega, asume la responsabilidad de elegir al merecedor cada otoño.
   Sus sesiones, custodiadas en confidencialidad por un lapso de 50 años, escapan al juicio inmediato de la opinión pública y los expertos independientes.

  Esta reserva, aunque protege la deliberación, siembra interrogantes sobre la pureza de los motivos subyacentes.¿Prevalece el testamento original de Nobel, o intervienen presiones diplomáticas que priorizan alineamientos ideológicos?

   La trayectoria de Aung San Suu Kyi, honrada en 1991 por su coraje contra la dictadura birmana, expone las fisuras inherentes al proceso. Líder icónica de la no violencia, su reputación se derrumbó al omitir denuncia contra la masacre de los rohinyá, minoría perseguida con saña étnica.

   El comité, inflexible en revocar distinciones, deja intacto el premio pese a tales desmentidos éticos, este precedente subraya la brecha entre el momento de la adjudicación y la evolución moral de los destinatarios, un fallo que erosiona la solidez del reconocimiento.

  Barack Obama, investido en 2009 apenas meses después de asumir la presidencia estadounidense, ilustra otra paradoja flagrante en la historia del Nobel. Celebrado por su llamado a la diplomacia multilateral y el fin de eras belicistas, su gestión expandió el arsenal de drones en teatros de conflicto como Yemen, Libia y Pakistán, con miles de bajas civiles colaterales.
   El premio parece inclinado a validar posiciones y agendas geopolíticas específicas, más que a exaltar gestas puras por la equidad internacional y la paz de los pueblos.
   En el caso de Machado en el contexto venezolano amplifica estas lecturas, donde la solidaridad latinoamericana choca con narrativas externas y contribuye a la formación de líderes artificiales hechos a imagen y semejanza de los manuales de inteligencia, con el objetivo de legitimar una depauperarada y raquítica oposición en la tierra de Bolívar.

  La designación de líderes en coyunturas de fricción diplomática, como durante picos de rivalidades entre bloques, evoca un rol instrumental en la propaganda sutil, ajena al sueño de su fundador de una humanidad unida, socava la fe en el galardón como faro moral imparcial.

   Cuba, fiel a su tradición de defensa de la soberanía de los pueblos, observa con atención estos vaivenes, recordando galardones controvertidos como el de 1973 a Henry Kissinger, artífice de intervenciones en América Latina y condena toda intromisión en los asuntos internos de Venezuela.

  El galardón debe adherirse rigurosamente al legado de Alfred Nobel, priorizando, la verdadera paz,  descolonización mental y la cooperación Sur-Sur, en  un hemisferio marcado por golpes de Estado y las intervenciones militares norteamericanas como la que intentan hacer en Venezuela quien lucha por su autodeterminación.

   Solo así, honrará el premio no solo individuos, sino la aspiración colectiva por un mundo sin dominios ni exclusiones.