El Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (Inca) comenzó hace una década la aplicación de su proyecto sobre tecnologías nucleares para la obtención de genotipos con mayor adaptación a los efectos del cambio climático: altas temperaturas, sequía y enfermedades en cultivos de importancia económica.
Con su iniciativa la institución, en la provincia Mayabeque, estableció metodologías a fin de mejorar por mutaciones en lo que se refiere al frijol y tomate, una nueva variedad de este último.
De esa manera, alcanzaron también líneas avanzadas del gustado cereal, de alto potencial productivo en condiciones de bajos suministros de agua a partir de cruzamientos con mutantes, informaron con carácter exclusivo a la Agencia Cubana de Noticias especialistas involucrados en tales investigaciones.
Anunciaron que se encuentra en fase de ejecución el Proyecto Nacional “Fortalecimiento de capacidades nacionales para el desarrollo de nuevas variedades mutantes para mejorar la seguridad alimentaria con menor impacto ambiental”.
Su aplicación paulatina posibilitará la identificación de cepas de bacterias fijadoras de nitrógeno y seleccionarán mutantes de buena respuesta, cuya utilización reducirá el uso de fertilizantes químicos y a los que promueven los impactos ambientales.
La ocasión será propicia igualmente para intensificar la preparación personal de sus autores, mediante cursos con la participación de expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y el recibimiento de equipos necesarios de su proyecto.
En la práctica, opinaron los estudiosos del tema, cobra mayor trascendencia su introducción cuando no se cuenta con la solvencia económica imprescindible para la importación de alimentos e insumos agrícolas y se llama a reducir la mentalidad importadora.
Tanto es así, que permitirá la obtención e introducción en áreas productivas de nuevas variedades de arroz, frijol, tomate, flor de Jamaica y soya de mayor calidad con tolerancia a bajos suministros de agua, las altas temperaturas y que requieran menos fertilizantes químicos, que pueden ser sustituidos por tales biofertilizantes sobre la base de bacterias fijadoras de nitrógeno en el caso del frijol, el arroz y la soya.
Recordaron que las experiencias en ese sentido se remontan a la década de los años 70, cuando empezó la inducción de mutaciones para generar variabilidad genética en algunos cultivos de importancia nacional económica, varios proyectos y contratos financiados por la OIEA y otros por el país, a partir de los cuales se ha demostrado la eficiencia de esa técnica.
Aunque advirtieron que la mejora de cultivos mediante el fitomejoramiento convencional podría verse limitada debido a un ciclo complicado, la solución estaría en la mutagénesis que puede generar variaciones genéticas no existentes en el germoplasma disponible y acortar el proceso de mejora.