La decisión anunciada en la Declaración Conjunta firmada por Cuba y Estados Unidos, de que este último puso fin a la política de pies secos-pies mojados y al programa parole que estimulaba la emigración de los médicos de la Isla en terceros países, relegó a un segundo plano otros temas de actualidad como, por ejemplo, el béisbol.
No podía ser de otra manera la reacción, pues en la mayoría de las familias cubanas, para no ser absoluta, el efecto de esas medidas, aplicadas solamente a los nacidos en Cuba, provocó más lágrimas que alegrías.
En las dos orillas, hoy, hay cientos de cubanos hablando de la noticia desde diferentes puntos de vista, y es normal que así suceda, pues cada cual la interpreta desde sus propios intereses, pero lo innegable es que se le pone fin a posiciones que causaron muerte y dolor desde hace más de dos décadas.
No son pocos los que opinan que llegó el fin de una época en la que el Imperio apostó por hacer ver y creer que en esta pequeña tierra resulta imposible abrirse caminos para prosperar.
A lo largo de estos años hemos visto a vecinos y amistades vender todos sus bienes y endeudar a sus familiares para contar con dinero – insuficiente siempre- y partir en busca del llamado sueño americano, sin pensar que arriesgaban lo más preciado en el mar o en trayectos peligrosos por tierra a lo largo de América Latina.
El nuevo acuerdo permitirá demostrar de una vez y por todas que la migración cubana es económica, como la de cualquier otra nación subdesarrollada, y quitar el antifaz a las manipulaciones mediáticas que afirman que se huye de la Isla por su sistema social.
Algunos comentan que esta noticia es fatídica para los que están en medio del camino, pues se afectaron todos sus planes, pero hay que tener en cuenta el sentir de una nación que lleva casi 60 años exigiendo que se cumpla el derecho internacional .
Resulta satisfactorio, además, que se le haya puesto punto final al programa de admisión o parole para el personal médico cubano que presta ayuda solidaria en terceros países, porque a las claras, las intenciones eran desacreditar al gobierno de La Habana.
Todos tenemos el derecho de elegir cómo y en qué lugar vivir mejor, pero sin poner en riesgo la existencia y la felicidad de otras personas que en pleno siglo XXI sufren la marginación que propicia el imperialismo y de la cual también hemos sido víctimas los cubanos.
Tratar temas que conciernen a todos, como los migratorios, siempre resulta saludable, y más aún cuando todavía sigue en pie la injusta Ley de Ajuste Cubano, aprobada en Estados Unidos en 1966 que permitía al Departamento de Justicia, aceptar o no al año y un día en ese territorio a los ciudadanos de la Isla, un trato preferencial y discriminatorio solo por proceder de la "Cuba Comunista".
Esta ley, única de su tipo en el mundo, siempre ha sido utilizada como medio de propaganda contra la Revolución cubana, pues a los nacidos aquí les ofrece privilegios que no reciben los de ninguna otra nacionalidad que llegan a los Estados Unidos huyendo de la violencia y la miseria en sus territorios de origen.
Este instrumento de propaganda contra Cuba debe cesar, pues la historia recoge que ha alentado el secuestro de naves marítimas o aéreas, financiado transmisiones radiales que incitan salidas ilegales, y provocado tres grandes oleadas migratorias: la de Camarioca en 1965, Mariel 1980 y la Crisis de los balseros en 1994.
Cuba tiene el derecho de exigir la eliminación de esta guerra política y psicológica que se le hace a la Revolución, tiene ese derecho que debe ser respetado.
Lubia Ulloa Trujillo
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18 Enero 2017
18 Enero 2017
hace 8 años