Luis Antonio Brunet Moya, tan vital como el buen vino

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ACN - Cuba
Dianelis Díaz Bueno | Foto: de la autora
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03 Marzo 2025

   Los 86 años que lleva a cuestas no frenan la pasión de Luis Antonio Brunet Moya, uno de los fundadores de la vinicultura en Cuba, quien entre silencios y paciencia, moldeó un legado ancestral en brindis moderno; cultivó y dejó que el tiempo demostrara que hasta lo humilde puede convertirse en arte.

   En declaraciones a la Agencia Cubana de Noticias reveló su esencia: podemos hablar de vinicultura, porque mi vida no tiene importancia; solo soy un cubano más que hizo lo que tenía que hacer -confiesa- sin embargo, cada anécdota desmiente esa frase, puesto que no fue un espectador más, sino uno de los arquitectos fundacionales de ese movimiento.

   Su labor construyó un puente entre el mosato aborigen -aquella bebida a base de yuca fermentada que acompañaba a los areítos que los colonizadores conocieron en el siglo XV- y el renacer contemporáneo de los vinos artesanales cubanos.

   Nacido en Villa Clara, Brunet inició sus avatares en marzo de 1984, cuando cofundó el primer Club de Vinicultores de Cuba junto a otros soñadores, un proyecto que germinó en esa provincia para rescatar la tradición, convertirla en cultura y que la comunidad aprendiera a degustar un buen vino tropical.

   A los 16 años aprendí que el vino se enterraba bajo un árbol para fermentar, luego descubrimos que bastaba un lugar fresco donde la temperatura ayudara al proceso sin riesgos, y así se mantiene hasta hoy, relata.

   Su labor inicial estuvo vinculada con el Ministerio del Interior y a la par fundó clubes en 12 de los 13 municipios de Villa Clara -hoy perduran nueve- y expandió su misión al resto de las provincias del país, donde el entusiasmo sube y baja como la marea, pero la semilla ya está plantada, comenta.

   Luego lo que siguió fue una revolución educativa: talleres de cata, conversatorios con productores y todo el que se quisiera sumar, actividades que despierten la pasión y lecciones prácticas para maridar un seco o tinto con cerdo asado y otras combinaciones para mejorar la digestión y disfrutar los sabores, recuerda.

   Los festivales nacionales de vinos artesanales -que también ayudó a crear- iniciados en 1991 en La Habana, son un legado viviente del proceso del vino. En la última edición, en Guantánamo, el entrevistado caminó entre los stands como un patriarca en recuerdo de cómo fundó y entrenó hace una década a los catadores y vinicultores del Club Villa Guaso.

   Estar aquí no es casualidad —dijo— ellos me exigieron esta visita, porque me consideran parte de su tierra, comentó tras recibir un reconocimiento por preservar la tradición.

   Desmontó mitos con hechos al demostrar, a europeos en eventos internacionales, que la vinicultura no es exclusiva de la uva.

   Nos preguntaban cómo era posible, y siempre les expliqué que el vino es la fermentación de jugos frutales ¿por qué no íbamos a aprovechar las frutas de nuestro propio país tropical?

   Lo particular es que le echamos agua y azúcar por las características de nuestros suelos, pero obtenemos las mismas condiciones, detalla.

   Del saúco, los distintos tipos de uva, frutabomba, guayaba, cereza, marañón y otras frutas se transforman los espumosos, vermouth, secos, semisecos, dulces, semidulces, tinto, y otras categorías que se hacen en esta nación caribeña.

   Uno de los de Brunet es "la reina de la fruta", que hizo a base de piña, la cual tiene propiedades beneficiosas para la salud.

   También habla del tamarindo, típico de su tierra villaclareña, el cual no solo se siembra en patios sino también en la Loma del Capiro, Santa Clara, después de que en 1989 por el aniversario 300 de la ciudad, se cultivaran 300 de esos árboles y desde entonces es tradición continuarla todos los años, refiere.

   Es rico en vitaminas B, C, D, E, hierro, y ácidos tánicos y tartáricos, cuyos compuestos mejoran la circulación y digestión, de hecho, destaca que un colega suyo sanó sus dolencias digestivas gracias a su consumo regular.

   La vitalidad de Brunet es testimonio de tales beneficios, con lo cual envía un mensaje: promover longevidad a través de hábitos culturales, y para demostrar su punto añade: “mira como estoy, a los 86 parezco joven, eso es por el buen vino artesanal, una vida sin fumar, con ejercicios, y evito los alcoholes abominables", enfatiza.

   Expresa orgulloso que ahora se consume más vino, y en gran medida con una degustación consciente.

   Actualmente le cede el paso a las nuevas generaciones y habla con dolor de retirarse, pero sus ojos delatan que será una separación a medias, puesto que este mundo le apasiona.

   En casa sus hijas lo aguardan después de cada festival, a los que viaja solo para reunirse con su gran familia vinícola y disfrutar mientras su cuerpo lo permita.

   Su despedida en Guantánamo fue un brindis sin más palabras, donde se evocó entre botellas y memorias, que ha escrito una página esencial de Cuba sin pretenderlo, con una vida longeva, lucidez increíble e historia que, como el buen vino, mejora con el tiempo.