Raptus: la magia de luchar contra molinos

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Mairyn Arteaga Díaz
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16 Marzo 2016

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Cuando en los años 90 Alejandro Yera egresó como clarinetista, de la Escuela Nacional de Arte,  y lo enviaron a cumplir el servicio social en la Banda de Conciertos de Santa Clara, entendió que su espíritu necesitaba de otros aires que lo ocuparan más y se creó su propio conjunto musical.

  Así, un 28 de septiembre nacía Raptus, con la misión de endulzar, a través de melodías clásicas,  aquellos amargos ratos del llamado Período Especial, y hasta hoy, se mantiene con los mismos bríos, aún cuando los obstáculos a sortear sean distintos.

  Dice Yera que al principio era un trío de dos clarinetes y un fagot, pero que tanto el formato como el repertorio evolucionaron.

  A mí me gusta decir que es un ensemble, porque de veras los instrumentos no guardan relación unos con otros, y lo que le da el toque de gracia es eso, que al hacer esas uniones, supuestamente diferentes, el producto final funciona bien, se escucha bien, prosigue.

  El continuo cambio en la estructura del grupo, que quede claro, responde en cada caso a una necesidad, no se trata de un mero capricho ni de ideas preconcebidas.

  De cierta manera esto me alegra, y mucho –confiesa Yera- porque te creces y creas algo distinto. Actualmente no se inventa nada: se trata de saber cómo mueves el dominó cuando juegas con las mismas fichas.

  Para Alexis Castañeda Pérez de Alejo, periodista y crítico de arte, Raptus se caracteriza por una especie de ductilidad virtuosa, una atractiva rareza que no pierde adeptos a pesar de los años que distan de su nacimiento.

  Piezas como Santa Clara, Guajira Bien Adentro y El Tren del Futuro, le valen el reconocimiento de los que asisten a sus presentaciones.

  En la antigua Grecia llamaban raptus al momento en que una persona atrapaba con sus dotes a cualquier público; el vocablo proviene del latín y algunas acepciones lo asocian con el instante en que el cuerpo se encuentra desposeído del alma, aletargado por la gracia del arte.

  Cuando Alejandro Yera bautizó así a su agrupación, lo hizo con toda intención, en pos de cautivar, con sus ideas, al determinado ser que escuchara su música.


  Y, ¿se alcanza con Raptus ese estado?

  Es muy difícil lograrlo. A veces sí veo a la gente embaucada, sin embargo, creo que este trabajo que hacemos es, si no elitista, de pequeños públicos, explica el interlocutor.

  Según Castañeda Pérez de Alejo, el ensemble fue el pionero de las agrupaciones de cámara en la ciudad capital villaclareña, pero también  primeros en romper la rigidez de esta concepción.  

  Pronto se salieron de “la cámara” para hacer “populares” sus espacios, sin perder el rigor de su propuesta ni aligerar el repertorio de sus instrumentos, añade el especialista.

  Para Yera, es ardua la tarea de mostrar que la llamada melodía culta resulta interesante, placentera y que, sobre todo, enriquece.

  Sin embargo, su acierto radica en que se instala en el gusto popular y hasta masivo entre los jóvenes, a lo cual contribuye su acercamiento a los integrantes de la Trovuntivitis y a la vocalista Vionayka Martínez, entre otros artistas de gran arraigo en la urbe.

  Circunstancia que confirma la tortuosidad del camino, pero que no es imposible desandarlo.

  En ocasiones arremeten contra mí y me dicen: “¡ah! pero tú no cantas”;  y entonces pienso, no cantamos ¿y qué?, igual funciona; de cierta forma –concluye Alejandro- nosotros luchamos contra algunos molinos, como Don Quijote, y no lo vamos a dejar de hacer.