“Me parece estar viendo el estadio repleto, la gente llegando, los estudiantes fajándose contra la porra, que ya estaba allí tratando de meterse. ¡Qué valientes fueron esos muchachos! ¡Qué valientes fueron!”
Son palabras de Alicia Alonso, emociones y vívidos recuerdos de una noche de sábado que jamás olvidará, y de una “función de mucho nervio”, como también dijera en una entrevista que concedió años atrás a la revista Alma Máter, acerca de lo ocurrido el 15 de septiembre de 1956, en el hoy Estadio Universitario Juan Abrantes.
Aún no había entrado, para quedarse, en el Olimpo de la danza, pero ya entonces Alicia era Alicia, no así la compañía y esa escuela cubana de ballet -tesoro y orgullo de este pueblo-, en aquel tiempo apenas “en pañales” y urgidas de ayuda, que los gobiernos de turno se resistían a ofrecer y garantizar.
Qué apoyo podía encontrar un proyecto cultural tan audaz entre politiqueros, más interesados en llenarse los bolsillos que en servir a su Patria y a su pueblo, fomentar las artes, desarrollar una cultura popular y crear un público amplio -conocedor y sensible-, incluso para el ballet, desde siempre etiquetado con un “sólo para élites”.
La exigua subvención estatal concedida a fines de los años ’40 del siglo XX, fue más hija de la gestión de numerosas personas e instituciones, que de una real comprensión de la importancia de la empresa iniciada por Alicia y Fernando Alonso y, lejos de aumentar, estuvo siempre en peligro de desaparecer, mucho más después del golpe militar que en 1952 llevó a Fulgencio Batista al poder y sumió al país en la más oscura de sus noches.
Cuatro años después de instalado, tuvo el tirano la ocurrencia de querer mejorar su imagen y usar para el “aseo” a intelectuales y artistas, con el concurso del llamado Instituto Nacional de Cultura.
De más está decir que los Alonso se negaron a prestarse al juego. La respuesta del desgobierno fue cortar la ayuda financiera. Dijeron que la reducida suma anual era un gasto excesivo, que el Estado no estaba en condiciones de seguir erogando.
Contundente, pronta y digna fue la réplica de Alicia. Su carta del 15 de agosto de 1956 a Guillermo de Zéndegui, director del citado Instituto, destaca entre las más valientes denuncias de la dictadura y sus sucios métodos: tutelaje, soborno, mentiras, chantaje.
“Es que el episodio fue insultante. Ofrecerme dinero a mí y dejar que muriera la compañía, o más bochornoso, que yo la reuniera y la hiciera bailar en tiempos de crisis, como para distraer al pueblo de Cuba (…) Y nosotros no nos quedamos tranquilos. Realizamos una gira de protesta por todas las provincias, recibiendo el respaldo popular, y se activó el Comité Organizador del Homenaje Nacional a Alicia Alonso
(…) Fue la primera vez en mi vida que, en medio de una gira, me paraba y hablaba al público”, recordó en la entrevista a “Alma Máter”.
Personalidades, instituciones, organizaciones, entidades, las más representativas y prestigiosas del país, se unieron para defenderla, entre éstas la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), que años antes abogó por la subvención, que desde el primer minuto apoyó la obra de cultura que se proponían los Alonso y que ahora, con José Antonio Echeverría a la cabeza, se irguió viril contra el despojo.
Llegamos así al 15 de septiembre y al homenaje en desagravio que, organizado por la FEU, tuvo lugar en el entonces Stadium Universitario. De corazón digo que, de no existir un 20 de octubre en el calendario patrio, no habría mejor Día de la Cultura Cubana.
¡Qué sábado! Cultura y Nación, Universidad y Pueblo, Revolución y Cultura: todo fue uno aquella noche. Estudiantes, obreros, amas de casa, artistas, intelectuales…Veinticinco mil almas reunidas para cantarle a la vida, la libertad, la esperanza, el amor, los sueños, a cuanto de hermoso, bueno y grande el arte expresa y alienta.
Actores, solistas y agrupaciones musicales y danzarias, incluidos los espectáculos de los famosos cabarets Tropicana y Sans Souci, subieron a escena durante la función, única por muchas razones.
El inolvidable Fernando Alonso, que en ese tiempo -absorto como estaba en las labores de dirección y la búsqueda de fondos- había dejado ya de bailar, hizo una excepción, porque sentía que debía participar y porque, como afirmó una vez, fue entonces que se dio cuenta de que el arte y la cultura en general, pueden ser un arma:
“Mientras organizábamos todo, éramos vigilados por la policía y los `escondidos´, vestidos de civil. Fue muy dramático. Llegamos con Alicia ya maquillada para no perder tiempo, yo no encontré las mallas y tuve que bailar Las Sílfides en pantalones”.
Aquel fue su adiós definitivo como intérprete, igual que fue la última aparición pública del líder estudiantil Fructuoso Rodríguez.
José Antonio estaba en Ceilán, actual Sri Lanka y sede de la VI Conferencia Internacional de Estudiantes, y su “segundo”, ya en la clandestinidad, desafió el peligro de un estadio repleto de esbirros para presentar el acto, honrar a Alicia y al Ballet de Cuba y fustigar al régimen. Bien sabía la homenajeada, que todos se la estaban jugando, y no quiso ser menos: Permaneció junto a Fructuoso mientras el joven hablaba, para protegerlo y cubrirlo si hacía falta. Siete
meses después caería asesinado en Humboldt 7.
Y también hubo una primera vez. El Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU y que apenas 17 días antes suscribiera con el Movimiento 26 de Julio ese histórico acuerdo de unidad de principios y acción conocido como la Carta de México, realizó aquel 15 de septiembre su primera colecta pública.
Tenía sentido, y los asistentes a la tercera presentación de Alicia y su compañía en los predios universitarios, captaron el mensaje y aportaron, en gesto de solidaridad, rebeldía y protesta. ¿Batista le corta los fondos al Ballet de Cuba? Pues, financiar la Revolución será la mejor manera de multiplicar la ayuda al arte y la cultura.
Por la tragedia que vivía la nación y la injuria a la bailarina, muchos consideraron todo un símbolo en su interpretación esa noche del “solo” de ballet más famoso de todos los tiempos, pero ni antes ni entonces ni después murió el cisne. Eso sí, cumplió Alicia su promesa de no bailar más en la Isla hasta ver derrocada la tiranía y, mientras, mantuvo vivos su sueño y la esperanza, y creció y creció, para convertirse en la leyenda que es hoy.
Aquel 15 de septiembre, además, quedó sellada entre la FEU y el Ballet una alianza que el paso de los años -60 nada menos-, no ha logrado deshacer y que perdurará por siempre si no dejamos que el fuego se apague, que esa historia común, forjada en la lucha, sea olvidada, que el tiempo y el descuido hagan su obra y llegue el día en que nadie sepa que el SEDER, o el “Abrantes”, es mucho más que un terreno y un graderío donde aplaudir, competir o dar la clase de Educación Física, que allí también se hizo Revolución.