Un olor tierno, suave y sutil, inunda por estos días el macizo Guamuhaya. Los montañeses aseguran que desde hace mucho tiempo esa fragancia no recorría, junto al viento, el lomerío central de Cuba.
Son las flores de los cafetos, que luego de más de una década aparecen de manera masiva. Ubicadas en medio de las frágiles ramas de los arbustos, muestran una fluorescencia inigualable.
En lo más alto de las lomas, allá por Güinía de Miranda, los residentes aseguran que las noches sin luna semejan un mar embravecido: las flores apretujadas en los frágiles tallos se mueven una y otra vez impulsadas por el aire y recuerdan las crestas de las olas.
Modesto Robaina, nacido y criado en La Herradura, dice que esa floración tan intensa solo la conocieron sus viejos, y ahora para beneplácito de los serranos ha vuelto a embellecer el paisaje.
El experto caficultor relata que todo es el resultado de casi una década de mejoramiento de los suelos, regulación de la sombra de los cafetos y el uso adecuado de los fertilizantes.
Esta maravilla de la naturaleza termina tan rápido como inicia, solo dos o tres días duran las blancas y suaves flores, que matizan el panorama en los meses de enero, febrero, marzo, abril o mayo.
Con plena satisfacción, Robaina cuenta que este año se aprovecharon al máximo los tres meses que el ciclo vegetativo del café exige para que lo cuiden, atiendan y mejoren.
Genaro González, en Jibacoa, al otro lado de las lomas, exhibe orgulloso sus cafetales florecidos. El viejo labrador cuenta una y otra vez todo lo que le han “hecho” a las plantaciones y se regocija en los resultados.
Estas plantas que ahora están “ paridas” tienen entre seis y cuatro años, una edad adecuada para comenzar la reproducción, no se pueden igualar a las que teníamos, muchas de ellas con casi dos decenios de explotación productiva.
Asegura que todas las siembras llevan dentro del orificio la cantidad de materia orgánica que exige el cultivo, además de la reposición de los árboles que regulan la luz de los cafetales.
El rescate de sistemas de riego y el mejoramiento de los suelos con técnicas orgánicas son los antecedentes de esta "florá”, que hoy exhiben las montañas circundantes.
Como casi todos los lugareños, Genaro y Modesto afirman que la naturaleza es sabia y agradecida. Un poco de amor, cuidado y protección se revierte en ese inigualable espectáculo que desencadena meses después en buenos frutos y sustanciales cosechas. (Por Marta Hernández, ACN)
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Marta Hernández Casas
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28 Marzo 2016
28 Marzo 2016
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