Leandro Martínez Figueredo, un Quijote del box

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Yasel Toledo Garnache
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09 Agosto 2016

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El lanzador Leandro Martínez Figueredo parecía incansable durante los entrenamientos del equipo de Granma, para la actual Serie Nacional de Béisbol (SNB). Corría, lanzaba pelotas y seguía bajo el fuerte sol. Esa determinación fue la mejor aliada para volver a su mayor pasión después de momentos difíciles.
   Integrante de la selección nacional en varios eventos, el estelar atleta estuvo alejado durante casi dos temporadas de la mayor competición de béisbol en Cuba, debido a una lesión, y algunos le dijeron que jamás podría regresar a los terrenos como pitcher.
   El tercer Clásico Mundial de Béisbol en 2013 fue su último certamen internacional, gracias a las 11 victorias conseguidas en la SNB previa y a los buenos resultados en los topes amistosos antes del importante torneo.
   Con una recta que rozaba las 90 millas, rompimientos efectivos, buen control y coraje, imponía respeto encima del box y sonreía con el entusiasmo de sentirse fuerte, por eso en momentos complicados hasta decía: “Dame la bola, voy yo”.
   En la segunda etapa de la quincuagésimasegunda SNB, reforzó a Ciego de Ávila, y en el inicio de la próxima su brazo se quejó por tanto trabajo durante las últimas campañas, justo cuando era uno de los mejores lanzadores zurdos del patio.
   Durante uno de los entrenamientos en el estadio bayamés Mártires de Barbados, Martínez Figueredo, de 37 años de edad, accedió a conversar con la ACN.
   Cuenta que aquel fue un momento muy difícil y la tristeza aumentó con el paso de los días, pues no recibió el apoyo deseado.
   Su mente reproducía, cual rollo de cine en blanco y negro, parte de su vida dedicada al béisbol desde la niñez en el natal municipio de Campechuela, en la costa granmense, cuando iba al área deportiva, luego de las clases en la escuela.
   Recuerda que casi siempre andaba con un guante y sus inicios fueron como jardinero. El muchacho lleno de anhelos participó por primera vez en un campeonato nacional en la categoría 11-12 años y hasta se incluyó en la preselección del correspondiente equipo Cuba.
   La referida lesión se erigía como una especie de muro, que le
impedía seguir en la conquista de lo soñado desde pequeño, pero Leandro, con el mismo coraje mostrado en estadios del país y en el extranjero, decidió intentar uno de sus éxitos más importantes.
   “Comencé la recuperación por mis propios medios, porque no me ayudaron como esperaba”, dice,  y hace un breve silencio, como si se viera otra vez durante aquellos días, cuando buscaba la opinión de especialistas en centros médicos.
   Refiere que un ortopédico, en la provincia de Santiago de Cuba, le mandó un tratamiento y le sugirió que lo siguiera en Granma, pero en Medicina Deportiva prácticamente no lo atendieron.
   Añade que continuó con las indicaciones en la sala de
rehabilitación de su municipio y con el apoyo de familiares y amigos, sin embargo no mejoró, por eso viajó a Holguín, donde unos doctores amigos le diagnosticaron una lesión en la rótula del brazo.
   En La Habana, el médico del equipo nacional, Francisco Montesinos, lo confirmó. “Allá también fui por gestión personal y me quedé en la casa de unos familiares. Volví a Granma, y nadie me dio esperanza de volver al box”, expresa con tristeza Martínez Figueredo.
   Añade que en Campechuela, una doctora se preocupó por su situación, y lo llevó a la ciudad de Manzanillo, para que otro ortopédico lo evaluara. Gracias a ellos, recibió una terapia de ozono bastante favorable, dice quien también participó con el Cuba en el torneo de Haarlem, en Holanda, en 2012.
   Él recuerda las conversaciones, por teléfono, con Montesinos, quien le explicaba el trabajo que debía realizar para fortalecer los planos pequeños y grandes de los músculos.
   Con sus sugerencias, hizo el plan de entrenamiento y lo cumplió todos los días. Realizaba los ejercicios con pesas en gimnasios particulares y así avanzó hasta que pidió volver a Los Alazanes.
   Le hicieron una prueba para confirmar si estaba bien y sacó
“sobresaliente”. Para asombro de algunos, auguró que en la
quincuagésimaquinta SNB alcanzaría más de ocho victorias, a pesar de llevar más de un año sin enfrentar bateadores en partidos oficiales, y cumplió.
   Como segundo abridor del conjunto, logró 10 triunfos, incluidos seis en la segunda fase, caracterizada por la reducción de los equipos y la concentración de la calidad.
  “Por suerte, Carlos Martí y otros entrenadores del conjunto me
acogieron con los brazos abiertos”, señala y hace otro silencio.
     Agrega que siempre ha sido un luchador, una especie de Quijote, que persigue los sueños con dedicación y humildad, lo cual aprendió de sus padres, Francisco Martínez La O y Dulce María Figueredo Licea.
   Martínez Figueredo refiere que, a pesar de los molinos, mantuvo la disposición y la esperanza de regresar al béisbol, porque ese es su mundo preferido y siempre ha perseguido la meta de ser campeón.
   Ahora prefiere no pronosticar la cantidad de éxitos, pero asegura que serán bastantes, porque, en cada oportunidad, saldrá a darlo todo por el equipo, el cual tiene como objetivo principal ubicarse entre los primeros seis en los 45 juegos iniciales y clasificar a la segunda fase de la lid.
    Casi al final del diálogo, confirma que él jamás se rinde y
también quiere volver al equipo Cuba. Soy joven y con deseos de triunfar, concluye sonriente.