
El 29 de diciembre de 1895, la Columna Invasora dirigida por Máximo Gómez y Antonio Maceo libró el combate de Calimete, en la llanura matancera, con lo cual coronó el llamado Lazo de la Invasión que consistió en una retirada parcial para engañar al mando español sobre el presunto fracaso de la marcha del Ejército Libertador hacia el Occidente.
En el mando superior español en La Habana los entonces novedosos telégrafos comunicaban a Madrid: “Gómez y Maceo pasaron jurisdicción Cienfuegos” y "Las partidas en retirada van muy fatigadas” y se extendían en despachos muy optimistas sobre la inminente derrota de los mambises en su supuesta huida.
Desde el punto de vista del tradicional pensamiento militar de la época, no le faltaba razón en su confianza al estado mayor hispano, acreditado por dirigir uno de los ejércitos más poderosos del mundo presente con más de 250 mil hombres de las tres armas en Cuba, una isla larga, estrecha con vías férreas y una red de caminos que se ramificaban sobre todo en la región más llana en el centro y el occidente.
A esa estrategia hizo frente la insurrección mambisa, que conformó una fuerza invasora integrada por unos dos mil hombres, dirigidos por el Generalísimo Máximo Gómez y el Lugarteniente General Antonio Maceo, que había salido de Mangos de Baraguá el 22 de octubre de 1895 y burló la Trocha de Júcaro a Morón.
El 15 de diciembre de 1895 librarían la batalla de Mal Tiempo en una zona de igual nombre en la región de Cienfuegos–Cruces, en la que derrotaron a más de 10 mil soldados peninsulares.
Sin embargo, a pesar de esa victoria Gómez y Maceo no subestimaron al enemigo que debían enfrentar en las llanuras matanceras y de Cienfuegos e idearon la contramarcha estratégica, realizada en los días del 24 al 31 de diciembre.
En cumplimiento de esa estrategia las fuerzas cubanas arribaron a la región de Calimete en las primeras horas del 29 de ese mes y al despejarse las nieblas del amanecer, los mambises contemplaron que las fuerzas enemigas con cerca de mil efectivos formaron un cuadro que les cerró el paso, e iniciaron un nutrido fuego de fusilería que hizo varias bajas a los invasores y amenazaron con tomar las posiciones de un derruido ingenio.
Ante esa situación, los jefes mambises lanzaron toda la caballería disponible contra el flanco derecho del adversario, y para repeler el ataque que intentó el enemigo se reforzó también el propio flanco derecho, con infantería.
Solo el brío temerario de la caballería mambisa logró abrir una brecha en el cuadro español erizado de bayonetas, que resistió heroicamente pero tuvo que replegarse.
En aquella carga se distinguieron el general mambí Serafín Sánchez y sus fuerzas de caballería que se lanzaron contra el enemigo, a pesar de una granizada de plomo que provocó numerosas bajas en su vanguardia.
Pero el ejército español no desistió de atacar las posiciones cubanas en el edificio del viejo ingenio en el flanco derecho y Gómez y Maceo con sus escoltas e infantería reforzaron el sector e impidieron el avance enemigo. Fue así que ganaron la iniciativa del combate, en el cual las tropas colonialistas sufrieron 97 bajas, 22 muertos y 75 heridos.
Aunque para los cubanos la victoria fue la más costosa de la invasión, con 16 muertos y más de 80 heridos, lograron mantener el engaño al enemigo de su supuesta retirada al Oriente, mientras retomaban rápidamente la marcha hacia la provincia habanera.
Y así, mientras el Generalísimo batía al enemigo y destruía las riquezas de España hasta llegar a las cercanías de La Habana, el Titán de Bronce llevó la invasión hasta los confines de Pinar del Río para culminar la hazaña militar más importante de la centuria, según jefes militares de la época. (Jorge Wejebe Cobo, ACN).