La próxima vez no se queda en casa aunque el huracán sea categoría 1 (+Fotos)

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Pablo Soroa Fernández | ACN FOTO/pablo SOROA FERNÁNDEZ
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07 Octubre 2016

Ella mantiene aún el mobiliario de algunos vecinos cuyas viviendas fueron destruidas por el fenómeno atmosférico cuyo centro entró en Cuba, por Punta Caleta, a seis kilómetros de Boca de Jauco, Consejo Popular ubicado en la zona semidesértica del municipio Maisí, en Guantánamo, 7 de agosto de 2016. ACN FOTO/pablo SOROA FERNÁNDEZ/

Boca de Jauco, Maisi 7 oct (ACN) Usted puede dar por seguro que la próxima vez que anuncien un huracán, aunque sea de categoría uno,  Arelys Frómeta vecina de este poblado de pescadores y obreros agrícolas del Oriente Cubano, no se queda en casa y busca un lugar seguro.
  Sus recuerdos de aquella tarde noche del cuatro  de octubre pasado, y de la madrugada subsiguiente, cuando Matthew entró en Cuba, son tan espantosos que le proporcionaron, además de algunos dolores de cabeza por el susto pasado,  un poco de sabiduría, debido a lo cual afirma  que aprendió a escarmentar por cabeza ajena.
    Un conocido escritor afirmó que la experiencia es el nombre que damos a nuestros errores, y la vivida por ella aquella jornada de vientos indescriptibles, de vientos sostenidos de más de 220 kilómetros por hora,  “hubiera podido evitarla, si hubiera escuchado los consejos de los compañeros de la Zona de Defensa, de mis vecinos  y de mi propia familia”.
    Reflexiona que las precauciones de las que ella se atrevió a prescindir,  no las escatimó para su hija Teresa Samón, su nieta Gretel (un año y tres meses), a quienes persuadió de que , junto a su yerno Noil Guzmán Savón, fueran para la Asunción, ya que la casa de ellos estaba en peor estado”.

Arelys Frómeta, vecina de Boca de Jauco, poblado de pescadores y obreros agrícolas del municipio Maisí, en conversación con la Agencia Cubana de Noticias sobre el susto que pasó por no seguir los consejos para ser evacuada o protegerse en casa de familiares o amigos, durante el paso del huracán Matthew por el territorio de Guantánamo. 7 de agosto de 2016. ACN FOTO/pablo SOROA FERNÁNDEZ

   Evoca que el abuelo paterno de la niña los vino a buscar en un jeep y los tres partieron hasta el mencionado punto cercano a la Máquina cabecera del municipio, de donde regresaron -para encontrar su vivienda hecha pedazos- precisamente el jueves seis, en coincidencia con este diálogo de Arelys  con la Agencia Cubana de Noticias,
    “Salvamos la vida, pero  mamá pudo perderla –intervino-, mira que le dijimos que viniera con nosotros, pero nada, fue imposible convencerla, por suerte solo se dañaron el techo de la cocina y pocos objetos, aunque va a pasar mucho tiempo para que se le quite el nerviosismo”
   La autora de sus días reafirma esa opinión: “Aquello fue terrible. Nací hace 50 años y nunca había visto un fenómeno igual, ni pensé que podía ocurrir, Desde la tarde empezaron a volar las tejas de zinc y de fibrocemento  de la escuela, de la bodega y de las casas. Como la mía es de mampostería  abrí la puerta a todo el que tocaba  y había cometido también el error de no evacuarse o protegerse a tiempo”.
   Relató que la cifra de personas en su casa alcanzó las 20, y como  algunas con anterioridad  habían dejado sus pertenencias, incluidos colchones y sillas, se turnaban para dormir.  

Gracias a las precauciones de Arelys de que su hija Teresa, su yerno Noil y su nieta Gretel abandonaran su vivienda y fueran para la Asunción, ellos nunca estuvieron en riesgo durante el paso del huracán Matthew por Boca de Jauco, Consejo Popular ubicado en la zona semidesértica del municipio Maisí, en Guantánamo, 7 de agosto de 2016. ACN FOTO/pablo SOROA FERNÁNDEZ

“Pero casi nadie pudo conciliar el sueño por el zumbido del viento, los golpes de las matas que caían sobre otros techos, las vigas que se desplomaban,  los gritos de la gente, el llanto, y sobre todo el temor  de que mi hogar se derrumbara, y nos aplastara, ya que estábamos a solo seis kilómetros de Caleta, por donde pasó el centro del ciclón”, añadió.
   Y seguidamente: “Al amanecer, al salir a la calle, muchos de los que estaban conmigo lloraban.
   Han transcurrido varias jornadas de aquel episodio, ya Matthev es historia, y disminuye, pero no desaparecerán por ahora, la desolación, los perjuicios  y el llanto que dejaron en  Boca de Jauco aquellas indescriptibles ventoleras y estragos.
  Pero sí se mantiene, su anunciado cambio de conducta en relación con los fenómenos atmosféricos extremos: “Mire, aunque sea una tormenta, o un ciclón sin  categoría, yo no me quedo aquí”, rectifica.