Una nueva era para la pelota cubana comenzaría el 14 de enero de 1962, con la inauguración de la primera Serie Nacional de Béisbol en el Estadio Latinoamericano, un día histórico que contó con la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro, ferviente amante de esa disciplina.
En 1961 un decreto-ley había eliminado toda actividad profesional; era el inicio de un largo camino para el deporte de las bolas y los strikes en Cuba, que de ahí en lo adelante brindaría muchas alegrías a su numerosa afición.
Y ahí estuvo la impronta del líder de la Revolución cubana, para confirmar que la pelota también había pasado a manos del pueblo.
Ese domingo, hace 55 años, Fidel conectó un roletazo entre primera y segunda al derecho de Azucareros, Jorge Santín, para dejar inaugurada la naciente Serie Nacional de Béisbol.
Según la prensa de la época, en ese momento el Estadio Latinoamericano se veía abarrotado de punta a punta, con 25 mil 251 aficionados intrigados por ver a unos peloteros virtualmente desconocidos, aunque deseosos de brindar un buen espectáculo.
Nosotros vamos a tener grandes peloteros y les vamos a ganar a los americanos en la pelota, diría por aquel entonces Fidel, lúcido en sus ideas y con la enorme visión que lo caracterizó en cada etapa de su existencia.
Y tenía razón, era necesario cambiarlo todo, ya no con jugadores rentados en los terrenos, sino con atletas dispuestos a ser protagonistas de un nuevo béisbol, el de la era revolucionaria, en la que esa disciplina conquistaría innumerables triunfos en eventos internacionales.
Muestra de ello es que siete años después, algunos de los jugadores que debutaron ese 14 de enero, como Andrés Telemaco, Ramón Echevarría y Owen Blandino, este último campeón de bateo, regresaron vencedores de República Dominicana al conseguir una espectacular victoria sobre el equipo representativo de Estados Unidos, en la Copa del Mundo de 1969.
Sería el comienzo de grandes y sonados éxitos de la pelota cubana en distintos escenarios competitivos del mundo, y ahí estaba la presencia del Comandante en Jefe, con sus sabios consejos y aportes, porque su vida siempre se vio ligada al deporte.
Sea en el básquet, la natación, el ajedrez o el béisbol, que a tono de broma le sirvió para “enmarcarse” entre los estadounidenses. “Lo que más saben de mí los norteamericanos es que me gusta la pelota”, declaró en una ocasión.
“ Claro, me gustan otros muchos deportes, pero cada norteamericano que nos visita me trae o una pelota, o un guante, o un bate, o un libro con una biografía de una gran estrella, con los índices, los campeonatos, todo, a mí me identifican -y eso es bueno- como un deportista y como un pelotero, dijo en 1995”.
Antes, por los años 70, aseguró que “si yo naciera en esta época, ¿saben lo que quisiera ser?: deportista”. Fue una afición espontánea, así calificó el líder de la Revolución cubana su amor desde pequeño por la práctica deportiva.
Una pasión que la trasladaría a un pueblo que aprendió a seguir su ejemplo, porque Fidel se ganó la simpatía y el cariño de cada atleta cubano que, con sus resultados, retribuían su genial idea de llevar el deporte a cada rincón del país.
Sin él, hubiera sido muy difícil alcanzar todas las medallas olímpicas y mundiales que hoy exhibe con orgullo el movimiento deportivo de la Isla, y en particular el béisbol, que ha sido respetado en el orbe por contar con exponentes de la talla de Braudilio Vinent, Antonio Muñoz, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Orestes Kindelán y muchos otros.
En esas figuras del ayer y en la actual generación de peloteros estará presente el legado de Fidel, cuyo vínculo con el béisbol será eterno.
Manuel Assef Blanco | Foto de Internet
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14 Enero 2017
14 Enero 2017
hace 8 años