El Cristo penitente, un misterio de la Iglesia Parroquial Mayor

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Tania Rendón Portelles
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03 Agosto 2016

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Todo aquel que tiene el privilegio de adentrarse en la historia de la Iglesia Parroquial Mayor, ubicada en el corazón del centro histórico de la ciudad de Sancti Spíritus, conoce que este Monumento Nacional atesora diversas leyendas, entre ellas la del Cristo penitente, la cual posee una aureola de misterio que ni siquiera en estos días se ha podido esclarecer.
 Justo en el ángulo sudoeste de esta edificación, la más antigua que se conserva en la otrora villa fundada en 1514, se encuentra la capilla de la Humildad y Paciencia, cuya forma poligonal data de la última construcción del templo.
 Según los archivos históricos del territorio espirituano, una tarde de 1698  apareció en la puerta de la Iglesia un peregrino vestido de tosco sayal y cuya identificación se ha perdido con el paso de los años.
 Acogido por Silvestre Alonso -el sacerdote de ese entonces-, el desconocido se encerró en la capilla para hacer su obra artística dentro de un mes, tiempo en el cual cubrió el arco con un tupido velo que impedía el acceso a los feligreses.
  Para hacer más enigmático el relato, el mito plantea que una noche tempestuosa, de intenso viento, lluvia y descargas eléctricas,  fue la última que estuvo allí el incógnito hombre.
  Conforme a lo que se cuenta, cuando pasó la tempestad y los fieles se dirigieron a la capilla observaron que el velo –el cual todavía permanece dentro de estos muros centenarios– se había rasgado y el peregrino había desaparecido como por  “arte de magia” y, en su lugar, solo se encontraba la escultura del Cristo, la cual atrae cada año a visitantes foráneos y nacionales.
  La imagen, que todavía es venerada por los creyentes, sigue siendo un símbolo de la salvación religiosa y los más piadosos le continúan rezando plegarias y haciendo promesas.
  En Cuba existen dos similares, uno en La Habana, de mayor estatura, y otro en Trinidad, localidad al sur del propio territorio espirituano.
  Sin embargo, el de la capital cubana y el de la ciudad trinitaria se encuentran en diferentes posiciones y semisentados, por lo que no captan la esencia de la piedad como lo hace el que se preserva en la Parroquial Mayor, que exhibe también el mérito de ser el más antiguo de la Mayor de las Antillas.