En época como la actual de transmisión en Cuba de varias arbovirosis, provocadas por la picada del mosquito, los aquejados se resienten con sus variados síntomas, entre ellos la fiebre alta y los dolores musculares.
Algunos persisten aun después de la recuperación, tal sucedió con las secuelas de la pandemia de la COVID-19.
Precisamente, de uno de esos males hace referencia el texto, en específico, los dolores de la cervical que son invalidantes durante su etapa de crisis. Puede que a diario se sientan un malestar por acá y otro por allá, pero cuando la columna nos juega una mala pasada, entonces la afección toma el protagonismo.
A veces se localiza en el cuello, se extiende a los brazos, la cabeza o la espalda. Se sienten hormigueos y adormecimientos en los dedos, molestias en la nuca o mareo y náuseas, incluidos, desagradables vómitos.
Según los especialistas es el resultado de anomalías en las partes blandas, músculos, ligamentos, discos y nervios, además en las vértebras y sus articulaciones. La causa más común del padecimiento cervical son las lesiones de las partes blandas, a causa de traumatismos o deterioro progresivo, en muchos casos al envejecimiento.
La columna cervical se caracteriza por ser flexible y permitir mayor movilidad que cualquier otra zona de la columna vertebral. Por ello es frecuente asiento de dolor, al ocupar el segundo lugar después de la parte inferior de la espalda, según consta en la literatura médica y refieren los afectados.
Los más habituales indicios certifican ambas fuentes -pasivas y activas- son los malestares en el cuello, dificultad para moverlo, rigidez, cefaleas y mareos.
Las fuentes consultadas indican que para el diagnóstico es preciso disponer de una historia clínica completa de la sintomatología cervical. Se debe hacer un análisis que incluya valoración de la postura, movilidad cervical y zonas dolorosas, así como evaluación de la función de nervios y músculos en brazos y piernas.
Con radiografías simples es posible ver las vértebras cervicales y tener un dictamen que, a menudo, permite determinar la causa de la dolencia y prescribir el tratamiento adecuado.
Si el cuadro clínico requiere una valoración más detallada, se realizan varias de las siguientes exploraciones: TAC, RMN o electromiografía: estudio de la conducción nerviosa mediante varias agujas muy finas que captan los potenciales nerviosos y los transmiten a una pantalla.
Los posibles abordajes incluyen la fisioterapia y en casos más extremos, cirugía.
La primera variante ayuda en el control y atención de las manifestaciones dolorosas. Favorece la relajación de los músculos y mejora la movilidad. Para conseguir ese propósito, se recurre a masajes en el cuello, junto a terapias locales que proporcionan calor.
También son beneficiosas las duchas con agua a la mayor presión y temperatura que se tolere, todos los días al levantarse, sobre la región de cuello y hombros durante 10-15 minutos, seguido de movimientos de flexo extensión y lateralización del cuello durante otros 10-15 minutos.
Como medidas preventivas para la postura se recomienda sentarse en sillas con respaldo vertical y evitar movimientos bruscos y levantar pesos. Cambiar de posición cada cierto tiempo y usar las Minervas, que fijan esa parte del cuerpo, y contribuyen igual al alivio de los pacientes.
También resulta útil la aplicación de calor local seco con una almohadilla eléctrica si se precisa a lo largo de la jornada. Asimismo, ejecutar tracciones cervicales, generalmente en centros de rehabilitación y, por supuesto, con el personal adiestrado.
Además, pueden valorarse fármacos como los analgésicos -antiinflamatorios y/o miorrelajantes- siempre con supervisión de los galenos.
Independientemente del umbral de dolor de cada individuo, hay quienes tienen una mayor resistencia y otros quizás muy poca, pero en realidad llega el momento en que se vive con cierta cantidad de signos de la dolencia.
Recuerdo lo narrado por una amiga sobre este particular. Tras afrontar secuelas del SARS-CoV-2, fue remitida, a causa de sus dolores mantenidos, sobre todo, en la caja torácica, a un ortopédico y luego a fisioterapia por dos ciclos.
Terminado tal tránsito, regresó al especialista en procura de mayor alivio y éste le preguntó: Puedes resistir esos dolores, a lo que ella contestó: sí.
Entonces le indicó su interlocutor, que el camino apunta a cuidarse, tomar las precauciones pertinentes y saber que ahí están esos achaques de por vida.