Con andar torpe, y aún el cuerpo desprovisto de plumas en casi su totalidad, caminan ante los ojos protectores de sus cuidadores, los dos pichones de cotorra cubana recién nacidos en el Complejo Parque Zoológico de Villa Clara.
Esta realidad tiene como precedente meses de arduo trabajo, desvelos constantes y asistencia diaria a las tres parejas de Amazona leucocephala, nombre científico del ave, para lograr que los rituales de apareamientos espontáneos llegaran a un final feliz.
El trabajo implicó la concurrencia de todos los especialistas de la instalación, con el objetivo de determinar cuáles ejemplares se identificaban como parejas, para separarlos y propiciarles sitios seguros para la reproducción.
Miguel Angel Ruiz Ramírez, jefe de la Sección de Bienestar Animal del zoológico, relató a la Agencia Cubana de Noticias, que ante los primeros signos de galanteo se marcaron los animales, luego los dividieron y cada pareja fue ubicada en recintos apartados.
Con el cursar de los días apreciaron que solo una de ellas manifestaba interés en la reproducción.
De inmediato prepararon el nido con las condiciones requeridas, o sea, contra el flujo de los vientos, lo cubrieron con hojas para evitar la penetración del sol y la lluvia, porque hay que recordar, asegura Ruiz Ramírez, que ellas en la naturaleza ponen los huevos dentro de los troncos de los árboles, en orificios profundos previamente abiertos por los carpinteros.
Cristian Sánchez Morales, médico veterinario del centro, explicó que luego que eclosionaron los huevos y en aras de la preservación de la vida y bienestar de los pichones, iniciaron procedimientos de desinfección de las patas de las crías, acción protectora contra bacterias y hongos, e igualmente les suministraron complejo vitamínico para fortalecer la inmunidad.
Diana Jiménez, cuidadora dedicada a la atención de las cotorras en esa institución, narra que fueron jornadas de arduo quehacer porque extremaron las medidas de protección para evitar que algún animal accediera al nido, o que en los días de mayor afluencia de público los ruidos fuertes u otras adversidades estresaran a los padres y fracasara el intento.
La joven técnica en Medicina Veterinaria reconoce el orgullo que sienten al ver, por vez primera, dos crías de cotorras, hecho sin precedentes en este zoológico.
El empeño llevó al cuidado de los progenitores, sobre todo en cuanto a la alimentación para que pudieran criar de manera natural la descendencia, comenta Arlenys Carballo Bello, especialista en nutrición.
Esto es muy importante porque la dieta debe ser balanceada, rica en diferentes nutrientes, ya que los padres después de ingerir los alimentos los regurgitan dentro del pico de los hijos, y la calidad de la alimentación incide en el buen desarrollo de los animales, asevera.
La cotorra cubana constituye una subespecie de la megapoplación de las islas del Mar Caribe y es endémica de la mayor de las Antillas, actualmente se encuentra en peligro de extinción por la reducción de su hábitat y el comercio ilícito de los pichones.
Esta variedad alcanza la madurez reproductiva sobre los tres años: al seleccionar pareja conviven juntos de por vida hasta el deceso de uno de los cónyuges; luego, el superviviente vuelve a encontrar compañero.
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Sitios especializados refieren que las hembras y machos son prácticamente iguales, no existe dimorfismo sexual entre ellos, esto condiciona que, en ocasiones, se emparejen individuos del mimo sexo.
Gabriela Fernández, especialista en Biología del Zoológico de Villa Clara, asevera que el nacimiento de estos dos pichones puede ser considerado insignificante, pero aportar un ejemplar a la naturaleza, sobre todo de especies en peligro de extinción, es un grano de arena en favor de la conservación y la recuperación de los diferentes ecosistemas. (Luis Javier González Velázquez, ACN)