Cuenta la historia que el célebre político británico Winston Churchill vivió su cumpleaños número 21 en la manigua cubana, durante los turbulentos días del primer noviembre de la Guerra de 1895.
“La paz en la que la humanidad venía languideciendo desde hacía tantos años, sólo había sido perturbada en un punto del planeta”. Así expresó en el capítulo seis de sus memorias llamado “Cuba”, para referirse a la misma contienda que José Martí denominara Necesaria.
El entonces joven de 20 años, de experiencia militar únicamente académica, encontró en la Isla la perfecta oportunidad de conocer, desde el propio teatro de operaciones, un conflicto bélico.
De acuerdo con “Memoria escrita y visual de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana de 1898”, citada por la periodista e historiadora cubana Nydia Sarabia, Churchill, acompañado por su amigo Reginald Burner, también militar, fue recibido por el Capitán General Arsenio Martínez Campos en 1895, e insertado en una columna móvil a cargo del General de División Álvaro Suárez Valdés, quien se dirigía a la actual zona de Sancti Spíritus.
El posterior Premio Nobel de Literatura, siempre en función de espectador, fue testigo de la guerra de desgaste desarrollada por las tropas mambisas sobre su enemigo durante la reconocida Campaña de La Reforma, organizada por el Generalísimo, Máximo Gómez Báez.
“Nada teníamos que ver con sus querellas. Excepto para defendernos, no podíamos tomar parte en los combates”, señaló en sus Memorias.
Analizó detenidamente varias aristas de la entonces colonia como sus condiciones sanitarias, la fuerza militar concentrada por España y lo que representaba para los ibéricos perder a su “Perla del Caribe”.
El tiempo pasó y Winston Churchill enriqueció su experiencia militar, ya como soldado activo, en regiones como India (1898) y Sudán (1899), además de desempeñarse como corresponsal de guerra para el periódico Morning Post.
Su trayectoria política lo convirtió en uno de los nombres de obligatoria mención en las páginas de la historia universal.
Este hombre siempre recordó a Cuba como su primera experiencia de guerra, y también con el mismo aire mítico con que las leyendas del Caribe la visten.
En las mencionadas memorias aparece: “Cuando, a la luz poco clara de las primeras horas de la mañana, vi las costas de Cuba dibujarse en el azul intenso del horizonte, tuve la impresión de viajar en el barco del Capitán “Silver” y tener delante de mí la isla del Tesoro”.
Mario Ernesto Almeida Bacallao, estudiante | Foto Internet
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08 Julio 2017
08 Julio 2017
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