Con la proa de la goleta Honor en playa Duaba

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Pablo Soroa Fernández
717
31 Marzo 2016

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En ocasión del aniversario 45 del desembarco del Granma, el General de Ejército Raúl Castro afirmó, en relación con aquella travesía,  que los expedicionarios “seguíamos las huellas de Antonio Maceo, Flor, José y otros veinte combatientes que embistieron con la proa de la goleta Honor la playa de Duaba”.
   El hoy Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros con esa frase dignificó aún más una epopeya, de la cual este primero de abril se cumplen 121 años y que el pueblo de Baracoa, desde hace más de un siglo, honra con una peregrinación desde el parque erigido al patriota local Félix Ruenes hasta este lugar sagrado de la Patria.
     Eran precarias las comunicaciones en aquella época, pero con rapidez se diseminó por toda la región oriental la noticia del arribo del Titán de Bronce y Flor Crombet a Duaba, una  playita  ubicada a pocos kilómetros de la bien llamada Primera en el tiempo.
    No fue debido a una filtración: Maceo mismo se encargó de notificar su llegada al comandante militar español de la Villa, coronel Zamora, y al teniente coronel del regimiento Simancas, Tomás Rotger.
      Los retó a medir fuerzas en el campo de batalla y  proclamó a viva voz lo que , según los preceptos más tradicionales de la inteligencia militar, debían los mambises guardar como un secreto para introducirse con menos dificultades en el territorio ocupado por el enemigo.
    Con esa consciente “indiscreción”,  el Héroe de Baraguá volvió a demostrar tanta fuerza en la mente como en el brazo (como había notado José Martí) , y sobrada sabiduría:  miles de hombres de todo Oriente al grito de “llegó Maceo”, se incorporaron a la guerra, a partir de aquel primero de abril de 1895.
    Al amanecer de la gloriosa jornada encalló en el río Duaba la goleta Honor, con 23 patriotas a bordo,  para sumarse a la Guerra Necesaria iniciada el 24 de febrero del propio año.
   “Flor” fue designado en Costa Rica por José Martí para organizar la expedición y llevarla hasta la ínsula, a condición de que le entregara el mando al general Antonio luego del desembarco.
      Los enrolados tenían como misión inicial contactar con los insurrectos del territorio guantanamero al mando del mayor general Pedro Agustín Pérez, advertido de antemano sobre la recalada de la embarcación y su valiosa carga humana.
    La acción debía materializar el plan organizado por el fundador del Partido Revolucionario Cubano para traer a Cuba a los principales jefes militares, con el fin de encabezar la lucha armada por la independencia y contra el colonialismo español.
    Había partido de Puerto Limón, en la nación tica, y luego desde Isla Fortuna, Bahamas. Al pisar suelo patrio, conocen por un campesino que están a unas 200 varas de Baracoa, en una playa donde- al decir de un historiador- llegan las olas con una blanda caricia de espumas que empapa la arena prieta.
    El dos de abril en carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, Crombet señala: "por todas partes se nos incorporan hombres armados y desarmados, todos jóvenes a las armas".
   Félix Ruenes, máximo jefe insurrecto de la zona,  se une al Héroe de Baraguá  y cumpliendo instrucciones de este, materializa el levantamiento que desde semanas antes preparaba.
   Más de medio centenar de patriotas baracoenses se unen al Titán, quien localiza a Periquito Pérez y pide que con su gente proteja la pequeña partida de la goleta que, hambrienta y con escasos revólveres y fusiles, marchará rumbo a Guantánamo.
    Reunidos los combatientes, Pérez, el primer sublevado del 95 en la región cubana más oriental, emprende operaciones para distraer a los soldados enemigos y restar ímpetu a la persecución de que son objeto los protagonistas del desembarco.
    Poco más de 70 soldados de la tercera compañía del batallón “Simancas” salen de La Primada y son derrotados en el Alto del Pino, alrededor del mediodía.
    Los pormenores de ese saldo favorable a los cubanos, en dicho combate, los trasmite el telégrafo peninsular y son conocidos en Oriente, el resto de Cuba y en el exterior.
   El mundo se entera de la presencia de los patriotas en la Antilla Mayor, y pocas jornadas después el discípulo más aventajado del Generalísimo Máximo Gómez, afirmaría “La Revolución está salvada”, tras conocer la noticia del armamento arrebatado en Ramón de las Yaguas a una partida hispana.
    La gesta de Duaba sigue admirando por la valentía y el arrojo de sus participantes y su marcado carácter internacionalista. Junto a los ya mencionados vinieron entonces el también general Agustín Cebreco (cubano), el  brigadier colombiano Adolfo Peña Rodríguez,  su conciudadano Isidoro Noriega Asprillar,  quien junto al mexicano Domingo Guzmán, alcanzó los grados de capitán, y el teniente coronel dominicano José Mauricio Arseno.
    Esa composición confirió matiz continental a la odisea  protagonizada por el Mayor General Antonio,  quien luego de un largo peregrinar por  América,  al servicio de la causa revolucionaria,  retornaba como guerrero y estadista a la vez, según ha hecho constar  el Presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios.