
Deportistas de 22 países participaron en los II Juegos Panamericanos, con sede en Ciudad de México, del 12 al 26 de marzo de 1955, certamen en el que Cuba descendió hasta el noveno lugar del medallero.
Solo un título pudo conquistar la delegación cubana en la capital mexicana, en cosecha agrandada por 10 preseas de plata y ocho de bronce; mientras que Estados Unidos (88-58-38) dominó con amplitud por naciones.
Argentina (27-33-20) y los anfitriones (17-11-30) cerraron el trío de vanguardia en la cita continental -asistieron dos mil 583 atletas en 20 deportes-, cuya ceremonia inaugural contó con la presencia de 100 mil espectadores.
Entre los sucesos con gran repercusión, cabe mencionar la ausencia en béisbol, por problemas económicos, de una potencia como Cuba, situación que aprovechó República Dominicana para agenciarse la corona.
En otras actuaciones relevantes fueron implantados dos récords mundiales en el atletismo, uno de estos a cargo del famoso triplista brasileño Adhemar Ferreira da Silva, quien se estiró hasta los 16.56 metros.
Igualmente escribió su nombre en las páginas doradas del evento el estadounidense Louis Jones, con su registro universal de 45.4 segundos en los 400 metros planos.
La poderosa delegación de EE.UU. arrasó en natación, levantamiento de pesas, tiro, gimnasia, esgrima, baloncesto (f), voleibol (m) y nado sincronizado, estos dos últimos de nueva inclusión.
En el caso de los aztecas reinaron en el tenis, la equitación y el pentatlón moderno, en tanto el clavadista local Joaquín Capilla volvió a ser el amo en esa disciplina acuática.
Los representantes de Bahamas, El Salvador, Costa Rica, Paraguay y Ecuador, tuvieron que resignarse a irse sin medallas.
La ciudad de Chicago, en Norteamérica, recibiría cuatro años más tarde la sede de los Juegos Panamericanos, considerados ya como la justa deportiva más relevante después de los Juegos Olímpicos. (Manuel Asseff Blanco, ACN)