Cayos de Ana María: naturaleza e historia

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Lubia Ulloa Trujillo
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17 Octubre 2016

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Los cayos de Ana María, ubicados en el golfo de igual nombre, al sur de Ciego de Ávila, constituyen una importante región faunística desde el punto de vista científico al cobijar numerosas especies de la ictiofauna marina de alto valor comercial.
   El sitio es considerado como un puente que interconecta con el Archipiélago Jardines de la Reina, y está constituido por relieves llanos muy bajos, predominando las zonas pantanosas siempre inundadas, que ocupan más del 80 por ciento de la totalidad de los islotes y que presentan cierta estabilidad.
   A Cayos de Ana María solo se puede llegar por vía marítima, sin embargo guarda gran relación con el poblado de Júcaro, la terminal marítima ubicada al este de Palo Alto y del pedraplén sur, en el municipio de Venezuela.
   La categoría de manejo de Refugio de Fauna con significación
nacional se la da la presencia de la subespecie endémica local jutía conguina (Mesocrapromys pilorides angelcabrerai), en peligro de extinción.
   Ese roedor está distribuido, únicamente, en cayos de mangle rojo sin tierra firme y su población no supera los 400 individuos, por lo que para protegerlo, al igual que a los demás animales en riesgo, se realizan acciones de conservación, tales como actividades de educación ambiental en comunidades aledañas, conversatorios en escuelas, concursos y talleres.
   Otras especies y ecosistemas de relevancia para la preservación en el área lo constituyen el manatí, el cocodrilo americano y las tortugas, los manglares y los pastos marinos.
   Las formaciones de manglares son el recurso primario fundamental para la estabilidad de los entornos costeros, pues la mayoría de la fauna acuática, con valor económico, se encuentra durante uno o más periodos de sus ciclos vitales en los canales y lagunas salobres.
   Se destacan los invertebrados marinos que forman parte de algunas de las categorías de amenazas: el cangrejo moro (Menippe mercenaria), considerado en peligro, los moluscos (Strombus gigas) y (Crassostrea virginica), incluidos dentro de la categoría vulnerable.
   Entre esos moluscos están el ostión (Cassostrea virginica), el
camarón rosado (Penaeus notialis) y blanco (Penaeus schmitti), la langosta (Panulirus argus) y la jaiba azul (Callinectes sapidus).
   Con una superficie de 19 mil 100 hectáreas, de ellas unas 980
terrestres y la mayor cantidad marinas, Cayos de Ana María es casa de algunos vertebrados endémicos, entre los que destacan la iguana, el zunzún y el bobito chico, que le dan al sitio un distintivo especial.
   También acoge a unas 61 especies de peces, tales como mojarra, patao, ronco, pargo criollo, lisa, liseta, corvina, cubera, caballerote, macabí, además del cocodrilo americano y manatí.
   Según estudios arqueológicos, en la zona sur del municipio Venezuela existieron sitios de habitación aborigen pertenecientes al grupo preagroalfarero Siboney, conocidos también como recolectores-pescadores-cazadores.
   Durante la etapa de la neocolonia, en la cayería Ana María convivieron familias que se dedicaron a la elaboración de carbón de mangles y a la pesca, productos que vendían o canjeaban en los poblados de Júcaro, Jagüeyal y Venezuela, principalmente.
   La posición geográfica del área, administrada por la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna en Ciego de Ávila, la convierte en corredor biológico potencial, de ahí la urgente preocupación por cuidar sus valores para que siga siendo un lugar privilegiado por la naturaleza y la historia.