Las imágenes de Singapur hace 50 años reflejan el rostro de la colonia británica que fue, usada como punto de enlace con India y China.
Pobreza extrema, analfabetismo, desempleo y polución ambiental conformaban su realidad cuando le llega la independencia en 1965 a este pequeño país insular de poco más de 700 kilómetros cuadrados. Apenas cinco décadas después, la arquitectura desafía las alturas sin pelearse con el entorno.
La República de Singapur por su notable urbanización es llamada también ciudad estado, forma parte de los afamados Tigres de Asia debido a su alto nivel de desarrollo y por su enclave geográfico es un excelente nodo de conexión entre las naciones de los océanos Indico y Pacífico.
Podría parecer que los gigantescos edificios futuristas de la ciudad tienden a aplastar a las personas que los miran desde el suelo o hacen sentir pequeños a sus habitantes.
De algún modo, el desarrollo urbanístico y la belleza de cada nuevo proyecto permiten una armonía cómplice entre la ciudad y su gente, al punto de ser hoy un referente más allá de sus fronteras.
Esa modernidad tan ostensible reserva un lugar especial a la naturaleza, por lo cual ha sido nombrada por sus propios habitantes "una ciudad en un jardín".
En cada edificación la inventiva hace un espacio a las plantas que crecen en reatas, balcones, rejas, techos, patios interiores o en estructuras colocadas ingeniosamente en las paredes, que desafían la altura y la gravedad.
El Jardín Botánico Nacional, declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad, el moderno parque Gardens by the Bay, o los múltiples espacios verdes que lo rodean , se entrelazan con sus comunidades o cuelgan de sus puentes, fueron diseñados y plantados tercamente por los pobladores, quienes invierten en la jardinería recursos y pasión.
Poco más de cinco millones de habitantes representan una alta densidad poblacional para este pequeño país.
Sin embargo las autoridades garantizan la calidad de vida al asegurar la eficiencia del transporte público, los servicios, el empleo y acceso a viviendas atractivas y funcionales, como pequeñas mini ciudades con servicios de salud, educación y entretenimiento.
Esas edificaciones son propiciadas por la oficina estatal de vivienda pública, The House and Developmente Board (HDB), que ofrece subsidios y préstamos para su adquisición sin llegar a ser una dádiva del Estado, sino una forma de planificar y mantener a las ciudades "vivibles". Tanto es así que el 80% de la población habita en ese tipo de apartamentos.
El proceso de industrialización, su condición de centro financiero y la alta tecnología desarrollada no entran en contradicción allí con el medioambiente. Cada nuevo proyecto defiende el pedazo de suelo que poseen y permite que la gente interactúe con él para que pueda apreciarlo y cuidarlo.
Transformar el rostro de un país en tan corto tiempo, pasar de la miseria y la indigencia a estándares de vida tan elevados, parecería sencillamente imposible, pero ahí están Singapur y los singapurenses, orgullosos de mostrar su realidad. Sin fórmulas mágicas, pero abiertos a compartir algunos conceptos y estrategias que les llevaron hasta allí.
Sus edificaciones son tal vez el símbolo más evidente del empuje de la mínima ciudad estado, tres veces menor que la Isla de la Juventud y desprovista de recursos naturales, que solo cuenta con su gente, talentosa y creativa.
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