Historias del playoff: un zurdo sin pesadillas

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera | Foto: del autor
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31 Mayo 2025

Ciego de Ávila, Cuba, 31 may (ACN) La tarde cayó hoy pesada sobre Ciego de Ávila. El cielo, cubierto por nubes espesas, parecía contener la respiración igual que los miles de rostros apiñados en las gradas del José Ramón Cepero. 

   La temperatura asfixiaba. El aire olía a tierra caliente, a sudor de fanático, a ansiedad contenida. Y en medio de ese hervidero de pasión y espera, un hombre caminó hacia el montículo como si pisara el centro de su destino: Ariel Zerquera, zurdo, espirituano, resucitado.

   Nadie habría apostado por él hace unos meses. Lesionado, sin lanzar una sola entrada en la Serie Nacional, parecía un nombre olvidado en los márgenes del béisbol cubano. Pero Danny Miranda, el estratega de los Tigres, había visto algo en sus ojos.

    Tal vez el mismo fuego que otros pasaban por alto. Le bastó una conversación, un gesto, una certeza. Lo convocó como refuerzo, y Zerquera respondió con siete victorias en la etapa clasificatoria. Pero nada como esto. Nada como esta tarde.

   Porque hoy fue distinto. Hoy no se trataba solo de lanzar. Se trataba de imponerse a la Pesadilla Oriental, a ese monstruo de madera ardiente que responde al nombre de Leñadores de Las Tunas. Campeones, indomables, ofensivos hasta la brutalidad. Y Zerquera los miró de frente.

   En el segundo capítulo, cuando Robert Luis Delgado impulsó a dos compañeros con un batazo limpio, Zerquera dejó escapar un suspiro. No era alivio, era impulso. Sintió que ese rugido en las gradas no era presión, era combustible.

   Luego, en el tercero, el jonrón de Ronaldo Castillo lo hizo apretar el puño. La ventaja crecía, su confianza también. En el cuarto, Delgado volvió a aparecer con dos hombres en base y desapareció la pelota. Tres carreras más, y el zurdo ya era un gigante.

   Cada curva era una reafirmación, cada recta, una venganza contra el olvido. Le sacó siete ponches a uno de los lineups más temidos del país, y apenas permitió tres hits en siete entradas. Solo una carrera le robaron. El resto fue dominio, danza, temple.

   Cuando Cepeda y Laza, como dos felinos  veteranos, conectaron cuadrangulares en el quinto episodio, el estadio se vino abajo, la conga de Punta Alegre reventó y Zerquera apenas movió la cabeza.

   Sabía que el trabajo no estaba terminado. Sabía que el respeto se gana con cada pitcheo. Y siguió lanzando como si el partido apenas comenzara.

   En su mente, quizá volvió a aquellos días de silencio y hielo sobre el hombro. A las tardes sin juego, a los entrenamientos donde solo él y su voluntad parecían creer en el regreso. Hoy, ante una multitud desbordada, Zerquera se redimió. Se alzó. Se convirtió en símbolo.

   Los Leñadores quedaron reducidos a un suspiro al caer noqueados 11-1, pero mañana volverán con sus bates sedientos y su orgullo herido. Pero sabrán que en Ciego de Ávila hay un zurdo que no teme a los fantasmas, porque él mismo ya volvió de la oscuridad.

    Ariel Zerquera, el improbable, el renacido, el que incendió el Cepero y convirtió la duda en leyenda, no tiene pesadillas orientales.