Historias del playoff: el forastero que domó a los Leones

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera | Foto: Tomada de JIT
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20 Mayo 2025

La Habana, 20 may (ACN) En cada rincón de Ciego de Ávila se pronuncia hoy un nombre con asombro y reverencia: Tailon Sánchez. El refuerzo que llegó desde occidente y terminó escribiendo una gesta en el inicio de los playoffs de la III Liga Élite del Béisbol Cubano.

   Nadie lo vio venir. Y, sin embargo, ahí está: estampado en la memoria colectiva del estadio José Ramón Cepero como el hombre que no titubeó frente al rugido de los Leones.

   Cuando cruzó la llanura cubana rumbo al este, al corazón de Ciego de Ávila, no llevaba más que su guante curtido, su bate fiel y un cúmulo de dudas ajenas que pesaban como plomo en su maleta.

   Había sido llamado de refuerzo por Danny Miranda, el timonel de una manada felina que, a pesar de liderar la etapa clasificatoria, tenía una herida visible: el bateo. Y Tailon, torpedero de manos rápidas y reflejos felinos, no parecía —según algunos— el ungido para sellar esa grieta.

   Su promedio de .282 en una liga explosiva no seducía, y sus nueve errores como sombra persistente en su campo corto alimentaban la suspicacia. Ni siquiera su presencia en el equipo Cuba bastó para despejar los murmullos que lo recibieron como a un forastero incómodo. Pero él, callado y concentrado, vino a escribir su historia, no a responderla.

   El vibraba ese martes. Las tribunas estallaban con los cánticos de los Parranderos de Punta Alegre, cuyo repique de tambores parecía ensayar un rito de coronación. Tailon sentó en el dugout, miró el diamante como si fuera un viejo conocido. Era la batalla. Era su momento.

   En su primer turno al bate, con los ojos como faros de decisión, saludó al público con un sencillo limpio. Lo celebró apenas con un gesto mínimo: un apretón de puños. Sabía que el juicio no había terminado.

   Pero en su segunda visita al cajón, el destino lo puso frente a una página en blanco: bases llenas, juego igualado a una carrera, y en la loma, Pavel Hernández, el titán de los ponches.

   Él lo miró, midió el escaso viento, tragó en seco el orgullo. El estadio contuvo la respiración. Entonces, descargó su alma en un swing perfecto, que hizo crujir la bola hacia las praderas. Las tres carreras entraron como un alud, la afición se desbordó en júbilo, y el forastero se convirtió, de pronto, en hijo legítimo del Cepero.

   No se detuvo ahí. En su cuarto turno, conectó otro doblete remolcador, preciso, quirúrgico. Y en su última aparición, otra vez con las bases repletas, no se dejó tentar por los cantos de sirena de la ansiedad. Esperó. Vio pasar cuatro lanzamientos, eligió la calma y empujó la quinta carrera de su noche. Un vendaval de redención.

    Los Tigres vencieron 10-9 a los Leones en un partido que quedará en la retina de los presentes y en los archivos de la épica avileña.

   Mañana habrá otro duelo. Pero esta tarde, en la tierra de la piña, un pinareño se ganó el respeto con batazos y silencio. Porque a veces, los héroes no necesitan palabras: solo necesitan un turno al bate.