El Quijote que rescató la lomita del Coloso del Cerro (+ Fotos)

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera | Fotos: del autor
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12 Diciembre 2025

La Habana, 12 dic (ACN) Bajo el sol que abrasa el cemento del estadio Latinoamericano, con las manos curtidas por décadas de enseñar, estaba hoy José Manuel Cortina, el hombre que convirtió la rebeldía en oficio y el amor al béisbol en una forma de respirar.

   Desde su natal Pinar del Río viajó —solo con sus propios recursos y la voluntad inquebrantable de cumplir una promesa— para reparar el montículo del Coloso del Cerro, justo cuando la fase clasificatoria de la 64 Serie Nacional de Béisbol entra en su recta final.

   Vine para tratar de hacer el mejor trabajo posible, dijo casi en voz baja, como quien confiesa algo que no pretende exhibir, pero que el deber le exige admitir.

   Lo llamó el lanzador de Industriales, Frank Herrera, el mismo que le habló con brillo en los ojos del montículo impecable que Cortina dejó en Guantánamo. También Germán Mesa, director del equipo Cuba, solicitó su ayuda.

   Y para Cortina, cuando el béisbol llama, no hay distancia, cansancio ni excusas: solo la obediencia del corazón.

   La lomita del Latino llevaba tiempo pidiendo auxilio, los lanzadores sufrían, sobre todo en la zona de la caída, donde cada centímetro incorrecto se traduce en dolores, temores y lanzamientos desviados.

   No faltaba entrega, los trabajadores del estadio sudan cada mañana por mantener vivo el templo, y la dirección del recinto vigila hasta el último tornillo.

   Pero hay batallas que no se ganan solo con voluntad: faltaban recursos, y sin ellos, la calidad soñada era imposible.

   Entonces llegó Cortina, el “reparador de sueños”, ese veterano que pronto cumplirá 75 años pero que jamás nació para quedarse sentado, lo mismo aparece en Guantánamo que en Camagüey; lo mismo en un estadio inmenso que en un rincón polvoriento donde un muchacho intenta aprender el arte de lanzar.

   Su bitácora guarda nombres que hoy son luminarias, brazos que parecían perdidos y él logró rescatar. Es un Quijote que no lucha contra molinos, sino contra la apatía, la escasez y el olvido.

   “Según el jefe de mantenimiento, quedó perfecto”, comentó con una mezcla de humildad y orgullo.

   Y cuando se le preguntó si un montículo deficiente influye en la calidad del pitcheo cubano, respondió sin dudar: En todo, en la velocidad, en la estabilidad, en todo.

   Cortina es consciente de que este no es el único problema de los serpentineros cubanos. “Hay pocos gimnasios”, añadió. "La selección de los pitcheos es irregular. Falta potencia y estabilidad. Si no traes fuerza a la pierna, no tienes velocidad”, sentenció.

   Lo dijo sin enojo ni dramatismo, como quien ya ha visto demasiados ciclos para perder la serenidad, pero también como quien no se resigna, porque si algo define a Cortina es su terquedad luminosa, esa que lo llevó a arrodillarse una vez más ante un montículo maltrecho para devolverle la dignidad.

   Dejó la loma lista, sólida, como debe ser. No por gloria ni por dinero: lo hizo por su palabra empeñada, por cariño a un lanzador, por respeto al juego y por ese impulso interior que no le permite marchitarse.

    Mientras se alejaba del terreno, como una figura solitaria que regresa a su propio camino, uno comprende que este hombre es más que un entrenador. Es memoria viva, resistencia, el tipo de héroe que no aparece en estatuas, pero sostiene, con sus manos, la historia misma del béisbol cubano.

   Porque, al final, cuando todo parece estar a punto de caerse, siempre aparece un Cortina para recordarnos que los sueños también se reparan con tierra, sudor y corazón.