Sagua la Grande, el lugar de las aguas sometidas por la voluntad

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ACN - Cuba
Henry Omar Pérez
204
14 Diciembre 2025

   Sagua la Grande, Villa Clara, 14 dic (ACN) El nombre Sagua resuena desde tiempos remotos como una autóctona voz indígena que significa «lugar de aguas».

   Nuestros ancestros, quizás sin saberlo, habían bautizado con precisión profética este territorio: Sagua la Grande. Este fin de semana, de manera dramática, la ciudad villaclareña, que se levanta junto al río homónimo, hizo honor a la etimología de su nombre.

   En cuestión de horas, el agua, normalmente contenida en su cauce, comenzó a subir con una insistencia torrencial; la naturaleza puso a prueba la voluntad de hombres y mujeres que vieron cómo sus calles se transformaban en ríos, sus patios en lagunas, su vida cotidiana en una lucha por la supervivencia.

   Vi hombres convertidos en titanes anónimos cargando ancianos sobre sus espaldas, transportando no solo cuerpos frágiles sino vidas, historias enteras de un pueblo. 

  Apareció un policía, con el uniforme pegado al cuerpo por la lluvia, corriendo con un niño en brazos por calles donde el agua ya lamía las rodillas.

   También un bombero se interpuso en mi camino con la autoridad que da el sentido del deber. «No, periodista, usted no puede pasar por allí», me dijo con firmeza para después añadir: «Yo tengo que cuidarlo».

   Lo extraordinario, en medio de la desesperación, fue ver cómo emergió una vez más la solidaridad del cubano con sus gestos cotidianos: aún en las casas inundadas, donde el agua ya había reclamado el piso, la gente ofrecía una mano para ayudar o al menos un café. 

   Luego llegó el ruido metálico y esperanzador de las hélices, las Fuerzas Armadas Revolucionarias con su helicóptero, un pájaro de acero surcando un cielo gris. 

   «Nadie puede quedar atrás, ni incomunicado» repetían todos desde que la frase salió primero de los labios de Sucely, la primera secretaria del Partido en Villa Clara, ahora convertida en presidenta del Consejo de Defensa Provincial (CDP); la frase se convirtió en voluntad de pueblo decidido a no rendirse, a auxiliar al otro bajo cualquier circunstancia. 

   Entonces, surgieron hombres que solo eran proezas e ingenio, seres que juntaban fuerza para lograr que el canal, disfrazado de mar bravío, drenara. 

   Sus rostros tensos reflejaban una verdad cruda: de ese esfuerzo dependía la vida del poblado de Viana, de su gente hermana, pero ese mismo miedo, esa misma idea solo dio más brío, más coraje, más ímpetu.

   ¡Ay, caramba! ¿Qué digo que vi? Si no fui solo testigo, sino también partícipe, porque aquel espíritu colectivo de solidaridad y altruismo se respiraba, se vivía, se contagiaba a todos.  

   Lo experimenté junto a ellos, dirigidos todos por dos mujeres, Sucely y Milaxy, unas cubanas enteras de las «que le ronca el mango». 

   Milaxy, la gobernadora provincial ahora vestida de vicepresidenta del CDP, estuvo desde el principio, como siempre, en pie de lucha, dando el mejor ejemplo. ¿Cómo alguien podía no seguirla?

   Como si entendieran que era imposible frenar la voluntad villaclareña de salvar a todos, las aguas debieron someterse y finalmente comenzaron a bajar; otra vez la Villa del Undosu sobrevivió el diluvio, pero la memoria de aquellos gestos permanece como un testimonio imperecedero de que, incluso en la crecida más furiosa, la dignidad humana del cubano no se inunda, no se ahoga, no perece.