En Santa Clara, Promesa de fidelidad

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ACN - Cuba
Roxana Soto del Sol I Foto: Oscar Salabarría
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29 Octubre 2024

   Santa Clara, 29 oct (ACN) Hace alrededor de seis décadas que el amor de una mujer arrastró al Capitán Julio López Granado hasta una de las más céntricas calles de la ciudad de Santa Clara, donde aún permanece a sus más de 80 años de edad.

   Y es que Promesa, como también le conocen, es de esos hombres a los que el amor les va encontrando sitio en la vida o, al menos, eso logra explicar que naciera un día desconocido en un pequeño caserío de La Magdalena en la desembocadura del río La Plata, en plena Sierra Maestra para convertirse, con apenas 12 años, en uno de los más fieles acompañantes del Comandante en Jefe Fidel Castro.

   Cuenta Julio que conoció a Fidel luego de la victoria de los rebeldes en el combate de La Plata, cuando su padre lo mandó a sustituir al práctico del Comandante porque se encontraba en otra misión. 

   Su vasto conocimiento sobre los trillos que conectaban la cordillera oriental, lo colocaron por primera vez cara a cara con el líder de la Revolución cubana el 17 de enero de 1957. 

   A partir de ese momento –recuerda– cumplió cada uno de los pedidos del Comandante durante la lucha en las montañas, decisivas para el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959. 

   Su primera responsabilidad consistió en el traslado de los rebeldes hasta Llanos del Infierno, sitio donde, por idea del Comandante Ernesto Che Guevara, se construyeron las primeras trincheras para protegerse de las fuerzas batistianas. 

   Aún recuerda el episodio que lo llevó a merecer la plena confianza de Fidel, cuando, al regreso de una exploración para evaluar el movimiento del enemigo, descubrió al traidor Eutimio Guerra.

   Julio aún hoy está convencido de que en ese momento el Comandante no le creyó, pero luego, al suscitarse la muerte de otro compañero como resultado de la traición, se pudo corroborar la información y “ahí sí me convertí en los ojos de Fidel”, asegura.

   Desde entonces, Promesa trasladó mapas y correspondencia, guio a las tropas, movió armas, resguardó combatientes heridos y, no pocas veces, tuvo que lanzarse por peligrosos caminos, memorizar mensajes o tragarse papeles para evitar ser descubierto.

   Más allá, en los primeros días de Revolución en el poder, en el histórico discurso en el Cuartel Columbia, en el recorrido de la caravana de la libertad, en la entrada a La Habana y aquellas palomas posadas en el hombro del Comandante hasta la última frase de su discurso, en el primer viaje a Venezuela, en la intervención en Naciones Unidas…, en todo, Julio acompañó a Fidel.