Cuba en Revolución: recordatorios de la obra inconclusa

Asamblea Nacional del Poder Popular

Compartir

ACN - Cuba
José Manuel Lapeira Casas
182
16 Julio 2025

"Revolución querida
sobreviva
vida de tu nación
revoluciona por tu amor
cada vez más
tu corazón"

Santiago Feliu

   Ríos de tinta virtual recorren por estos días el espacio de las redes sociales con el apasionamiento propio del cubano que bien se distingue por discutir, en cada esquina, de pelota, historia o economía, amparado por el sello de experticia que solo confiere el orgullo de saberse habitante de la mayor de las Antillas.

   La concreción de la imagen impensada: una representante del Gobierno en el espacio de las comisiones permanentes de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular con un discurso discriminatorio y hasta negacionista de causas que inducen a una persona a condiciones de pobreza incompatibles con la construcción socialista, suscitó no pocos debates acalorados en torno al tema.

   Más allá de la innegable precarización en distintos órdenes de la vida cotidiana —realidad tomada en cuenta por la máxima dirección del país a la hora de trazar estrategias en pos de garantizar la continuidad de conquistas históricas—, ante las adversidades actuales vale la pena mencionar la marcada influencia de un doble cerco en el panorama nacional.

   Primero: el externo; ese que de tanto diluirse en el día a día se tiende a normalizar, encarnado por el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de Estados Unidos y recrudecido además por la actual administración de la Casa Blanca y la inclusión de la isla en la lista de supuestos Estados patrocinadores del terrorismo.

   Se necesita dimensionar más en su justa medida el impacto de esos factores de la guerra económica que, según la última actualización del Informe nacional sobre el impacto del cerco, en el período del primero de marzo de 2023 hasta el 29 de febrero de 2024, provocaron a Cuba daños y perjuicios materiales estimados en el orden de los cinco mil 56,8 millones de dólares, cifra que representaría, incluso, un desafío para economías de países desarrollados.

   Segundo: ineficiencias y errores internos derivados de un contexto que obliga, de manera constante, a tomar decisiones de peso con ínfimo margen de maniobra y una maquinaria mediática a la caza de cualquier resquicio para señalar falencias y arreciar sus ataques dirigidos a todo cuanto se hace o deja de hacer.

   No obstante, la voluntad política de rectificar ante lo mal hecho quedó patente una vez más en las palabras de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, cuando afirmó que con ocultar los problemas no se defiende la Revolución, pues esta no tiene por qué sentir vergüenza de ello, al dar muestras fehacientemente de su vocación humanista por enfrentarlos y resolverlos.

   El mandatario cubano insistió también en profundizar en la responsabilidad de los servidores públicos para con el pueblo, en la sensibilidad, respeto y calidez humana que debe caracterizar a cada cual en su proceder para encontrar soluciones con apego a la verdad y sentido de la justicia social.

   Independientemente de la ubicación de posturas en diferentes puntos del espectro político, la coincidencia en cuestiones como empatía y la reivindicación digna de individuos, que más allá de estadística fría portan rostros, relatos...vidas, constituye la confirmación de un axioma fuertemente arraigado durante más de un siglo y medio de luchas en el alma de la nación, resumido en la máxima martiana de la república con todos y para el bien de todos.

   En ánimos de no desvirtuar esencias en la edificación colectiva de ese país mejor y posible, resultaría oportuno el alto en el camino para reflexionar en la naturaleza inacabada de la Revolución cubana, como hecho irreverente y popular, que conserva su vigencia en la medida que sea capaz de transformarse a sí misma.

   Imposible no acudir en esta hora a las palabras del líder histórico, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando aquel 17 de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana invitaba a los allí presentes a pensar en cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario y alertaba que si estas no se erigían sobre bases sólidas podrían significar en su destrucción.

    En ese dilema surge la necesidad de que el proyecto revolucionario se reinvente frente al peligro latente del inmovilismo conformista que amenaza desde múltiples frentes, no todos ellos compuestos por enemigos abiertamente declarados.

   La Revolución hoy no debe sostenerse solo en el hecho anecdótico y la referencia constante al pasado; del que nadie duda la importancia de conocerlo, pero que queda cada vez más distante de los imaginarios de nuevas generaciones. Los nuevos tiempos requieren de nuevas utopías, otros desafíos a los que apuntar, más conquistas y aspiraciones que solo pueden partir de la base del reconocimiento de esas realidades perfectibles y el impulso transformador que se le imprima.

   Tal vez a ello se refería el insigne teórico marxista italiano Antonio Gramsci cuando escribió: "El incendio revolucionario se propaga, quema corazones y cerebros nuevos, hace brasas ardientes de luz nueva, de nuevas llamas, devoradoras de perezas y de cansancios. La Revolución prosigue, hasta su completa realización. Y la vida es siempre Revolución".

    Frente a la dificultad la clave para avanzar hacia una sociedad superior nunca será la rendición ni el atajo facilista y simple. En la Historia abundan los puntos de inflexión en los cuales la preservación de la Patria recayó precisamente en el temple de patriotas de distintas generaciones que plantaron cara a las arremetidas de fuerzas muy superiores, empeñadas en negar a la nación cubana el derecho de existir como tal.

   Entender entonces al verde caimán no solo como espacio físico, sino como ese hogar de afectos extendidos entre los que se producirán, como en toda familia, desacuerdos, querellas y reclamos, pero fundado en el consenso innegociable de defender al precio que sea necesario la soberanía ganada con la sangre de tantos.

    Justo en ese empeño, por incómoda que sea, la verdad siempre será revolucionaria.