Renacimiento de Abel Santamaría en el alma de Cuba

Compartir

ACN - Cuba
Aída Quintero Dip | Foto: Archivo
132
18 Octubre 2025

Cada 20 de octubre se evoca la fecunda vida, el renacimiento de Abel Santamaría Cuadrado, uno de los héroes más emblemáticos de la Patria, de una intrepidez y altruismo a toda prueba, a quien Fidel Castro calificó como el alma del movimiento que atacó el cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.

   Nació ese día de 1927 en Encrucijada, Las Villas (hoy Villa Clara), y desde muy niño se trasladó con su familia al central azucarero Constancia, donde ya de joven se distinguió por sus inquietudes revolucionarias y no ocultaba el interés que provocaban en él la inspiradora historia de José Martí y Antonio Maceo.  

   Apenas terminó la enseñanza Primaria, comenzó a trabajar en el central, fue mozo de limpieza, despachador de mercancía y oficinista. Desde entonces entró en contacto con los trabajadores azucareros, que años atrás dirigiera Jesús Menéndez, recio líder sindicalista que también le dejó hondas huellas y le impulsó por el camino de las ideas socialistas.

   En 1946, decidió trasladarse a La Habana en busca de mayores posibilidades de trabajo y estudio. Su hermana Haydée siempre testimoniaba sobre aquella tarde en que llegó al apartamento donde vivían, en 25 y O, en el Vedado, con un nuevo compañero, sin disimular su gran alegría por haberlo encontrado: era Fidel, el hombre que cambiaría el destino de Cuba, así pensó desde entonces.

   Sus inquietudes políticas lo llevaron a ingresar en la Juventud Ortodoxa y al ocurrir el golpe militar de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, estuvo entre los primeros en manifestar su repulsa por los hechos, y coincidió con Fidel en que “había que hacer algo contra la dictadura”.

   Fue su guía en los avatares de la lucha, más fogueado y experimentado, tuvo la visión de nuclearse de la valiosa tropa de la Generación del Centenario para la hombrada del 26 de Julio y escoger como segundo jefe a Abel, de profunda raíz martiana, aspecto que lo unió a él.

   No obstante su juventud, solo 25 años, el villaclareño sobresalió por la profundidad de sus ideales y pasión por la independencia de la nación, así que se entregó a la organización de la lucha contra la tiranía batistiana, que sumía al país en un triste panorama, el cual estaba decidido a cambiar hasta al precio de su propia vida.

   Los afanes crecían y el tiempo apenas alcanzaba en aquella época: edición del periódico mimeografiado clandestino Son los mismos, convertido en El Acusador, para encender la llama insurreccional, con  Fidel y Abel como vitales cronistas y polemistas; conspiran, discuten, planean, avizoran…

   Así llegó el día en que atacaron el Moncada, el motor pequeño para arrancar el motor grande de la Revolución, cuando Abel, junto a otros compañeros de armas, asumió la posición de la toma del hospital civil Saturnino Lora, donde fueron asesinados 20 jóvenes, entre ellos el villaclareño.

   Siempre laceró el alma de los cubanos, y sobre todo de sus compañeros de armas, evocar la manera brutal en que los sicarios  lo asesinaron y arrancaron los ojos, sin que pudieran sacarle ninguna palabra de arrepentimiento o delación por la audaz acción, lo que refleja la raigambre de su estirpe mambisa y patriótica.

   Hoy, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia cerca de la tumba del invicto líder, reposan en un monumento las cenizas de quien el cantautor, Silvio Rodríguez, compuso en su honor en 1968 el tema Canción del Elegido, tras conocer a  Haydée, quien le contó la historia conmovedora de su hermano.

   Un episodio que lo retrata en toda su grandeza se vincula con el juicio por los sucesos del 26 de Julio, cuando Fidel lo considera como “el más querido, generoso  e intrépido de nuestros jóvenes, cuya gloriosa resistencia lo inmortaliza ante la historia de Cuba”.

   Se cumplió esa profecía porque el bravo combatiente sigue renaciendo, sigue guiando; por ejemplo, en el seminternado de primaria Abel Santamaría Cuadrado, de El Caney, en Santiago de Cuba, una escuela modelo de la educación cubana, celebra cada 20 de octubre su cumpleaños y se sienten honrados de que el centro escolar lleve su nombre.

   Ese día se convierte en una verdadera fiesta para los trabajadores y estudiantes de un plantel por varios años Vanguardia Nacional, donde  desarrollan encuentros de conocimientos, hacen composiciones, poesías, testimonios, relatos y hasta dibujos; actividades culturales y el tradicional evento Abel entre nosotros, para rememorar al valeroso  revolucionario, inspiración perenne para las nuevas generaciones.

   Yelina Portuondo Hernández cursa el preuniversitario, pero no puede ocultar su orgullo de haber hecho la primaria en ese centro de referencia por la calidad de la enseñanza y la forja integral de los alumnos, y “donde  se realza cada día su historia con ese apelativo querido, que es presencia viva y lección permanente para quienes tuvimos la dicha de estar en sus aulas”.

   Para su madre, Yelena Hernández Quintero, quien también estudió allí y es Licenciada en Contabilidad y Finanzas, la vida y pensamiento del protagonista de una de las acciones más audaces en la historia cubana influyó en su formación, por lo que guarda hermosos recuerdos de esa etapa, cuando aprendió a valorar su dimensión humana y patriótica.

   En tiempo de reafirmación revolucionaria en defensa de la soberanía nacional, fortalece evocar a coterráneos dignos como Abel y a toda la Generación del Centenario, porque- como expresó el joven abogado en su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá- sus compañeros no están ni olvidados ni muertos, viven en el alma de la Patria, en el espíritu de la nación.