Prever es salvar

Compartir

Gretchen Gómez González |Foto|Archivo
803
25 Noviembre 2015

 

huracan-joaquin-cuba.jpg

Desde que el huracán Sandy arrasó, en 2012, la provincia de Santiago de Cuba, solo algunos de sus habitantes se descuidan ante el anuncio de un ciclón, sin embargo el último sismo fuerte, allá por 1932, pocos lo recuerdan y la mayoría no tiene una adecuada percepción de riesgo.

   Incumplir con lo establecido en la construcción de obras, ausentarse a los ejercicios que organiza la Defensa Civil, “no pensar en eso”, ni mencionar el tema para no crear alarmas o más problemas de los existentes, son de las actitudes  más comunes relacionadas con este asunto.

   “Sandy” dañó el 50 por ciento de las edificaciones  s antiagueras y el terremoto de 1932, con magnitud 6.7 en la escala de Richter, el 80 por ciento,  lo que indica la imperiosa necesidad de estar sobre aviso, bien alertas  y adoptar cuantas medidas sean posibles para evitar males mayores.

   En resumen, la mejor forma de reducir las consecuencias de un sismo es prepararse por años para enfrentarlo, ya que resulta inevitable su ocurrencia, pues la tierra necesita cada cierto tiempo liberar la energía que acumula.

   Aunque el suroriente cubano constituye el área más sísmicamente activa del país, en toda Cuba tiembla, y es preciso adoptar las medidas requeridas en cada lugar, según aconsejan los especialistas del Centro de Investigaciones Sismológicas (CENAIS).

   La institución, que monitorea e investiga la actividad sísmica de la nación, y asesora en este particular a los decisores estatales, prevé varias acciones para perfeccionar su funcionamiento.

   Entre ellas el incremento de 13 a 24 de las estaciones sismológicas, el montaje en viviendas y centros de trabajo de 30 acelerógrafos en la ciudad de Santiago de Cuba y 10 en la de Guantánamo para mediciones más precisas e inmediatas de los terremotos, particularmente los fuertes.

   También, la incorporación en los sistemas de aviso del envío instantáneo de mensajes a los decisores y la superación de conjunto con la Universidad de Oriente del personal especializado,  en lo cual se vinculan en ambas provincias a la gestión, estudio y enfrentamiento de este tipo de riesgos.

   El CENAIS aportó, además, un mapa de peligro sísmico con las aceleraciones esperadas en cada municipio y los requisitos técnicos para construir en dependencia del nivel de seguridad que se quiera dar a la instalación, para incorporar a la nueva Norma Cuba Sismorresistente.

   Sin embargo, quizás el componente más esencial apunta a la preparación de la población para que conozca la conducta necesaria antes, durante y después de un temblor, y aprenda a edificar sus viviendas, respetando la norma no solo en el proyecto, sino, sobre todo,  en su ejecución.


   El proyecto comunitario Ciudades preparadas y alertas, desarrollado por el propio centro con la colaboración de la Unión Europea y CARE Internacional, no es suficiente, pero brinda un modelo de lo mucho que aún se puede y es preciso hacer.

   Desde que Olga Zayas, residente en la ciudad de Santiago de Cuba, participó en las actividades del proyecto, rehabilitó el bolso que creó cuando los temblores de 2010 en Cuba, a raíz del ocurrido en Haití, con un silbato, agua y medicamentos, a la vez que predefinió con su esposo quién recogerá a los niños en la escuela, en caso de que suceda un terremoto.

   Ellos identificaron con sus hijos las áreas más resistentes en el hogar, lugares de estudio, trabajo y habituales; practicaron cómo auxiliar a las personas discapacitadas de la cuadra, y valoraron los sitios seguros en los cuales esperar las indicaciones de la Defensa Civil, tras el evento.

   Buen consejo es el de Bladimir Moreno, director del CENAIS, quien insiste en que si los terremotos son un fenómeno natural con los que tenemos que aprender a convivir, lo mejor es reducir las vulnerabilidades, y como decía el Héroe Nacional José Martí, en prever está todo el arte de salvar.