Por una infortunada coincidencia, el oriente cubano comienza a padecer hoy el impacto de Matthew, un poderoso huracán de categoría cuatro en la escala de intensidades Saffir-Simpson, de cinco niveles.
Sin embargo, hace exactamente 172 años, La Habana soportó el embate de uno increíblemente parecido al que se abatirá sobre las provincias más orientales de Cuba.
Aquel recibió el nombre de tormenta de San Francisco de Asís, por coincidir en su paso por la nación con la celebración de esa festividad de la iglesia católica.
Las memorias acerca del meteoro de San Francisco señalan su dilatada extensión geográfica, donde se sintieron vientos con fuerza de tormenta tropical o superiores en lo que sería Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Mayabeque, Matanzas, Cienfuegos, Villa Clara e Isla de la Juventud.
Según el estudioso cubano Desiderio Herrera, este evento ocasionó la muerte de 101 personas y heridas a 18, datos que aluden únicamente a la capital.
Aquí resultaron destruidas unas dos mil 500 edificaciones de diverso tipo y en el puerto naufragaron 158 embarcaciones y 49 seriamente averiadas.
El meteoro ocasionó severos daños en la agricultura de las actuales provincias de Artemisa y Mayabeque, pero particularmente se le atribuye la ruina de los cafetales existentes en la fértil llanura meridional de La Habana, otrora una de las fuentes principales de su riqueza económica.
Como Matthew hoy, aquel vendaval debió descargar descomunales volúmenes de lluvia y, sobre todo, vientos de más de 200 kilómetros por hora de manera sostenida, con rachas de mayor velocidad y fuerza destructora a las que nada era capaz de sobreponerse.
En La Habana de 1844 y en sus alrededores, solo las grandes fortalezas y algunas construcciones de piedra, como las iglesias y casonas coloniales, pudieron evitar sucumbir al temporal.
Durante años, la población de la ciudad denominó las lluvias que eventualmente se producen en los primeros días de octubre como el “Cordonazo de San Francisco”, evocando al recuerdo del citado fenómeno hidro meteorológico.
Por el contrario, hoy la población del oriente cubano, protegida y preparada, se enfrenta a Matthew en condiciones incomparablemente superiores a las que entonces afrontaron aquellos habaneros que fueron sorprendidos por el viento y las lluvias del San Francisco de Asís.
Ellos no contaban con sistemas de alerta temprana, ni sabían lo que era un aviso de ciclón.
Horror y espanto alcanzaron a ver y sentir los habaneros aquel cuatro de octubre de 1844, cuando una tempestad cruzó sobre su ciudad hace justamente 172 años.