Lorca y los niños negros del Valle del Yumurí

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ACN - Cuba
Laureen Batista Roselló
44
23 Junio 2025

   “Pocas cosas en el mundo más bellas que esta adorable pareja de niños negros del Valle Yumurí”, figura con letra y firma lorquianas en una imagen de dos infantes sentados en un muro, tomada por el mismo Federico García Lorca.

   La estructura limita la Ermita de Monserrate del paisaje inmortal que vio Federico y después otros muchos poetas notables como la intensa Carilda Oliver Labra. Los infantes llevaban por nombre Lydia y Orlando.

   Era 1930 cuando a Cuba llegó el poeta y dramaturgo más influyente del siglo XX en España para impartir una serie de conferencias, sin embargo a Varadero y al Valle del Yumurí lo trajeron dos amigos suyos, María Muñoz y Antonio Quevedo, para conocer dos de los paisajes más bellos de la Isla, según exponen varias fuentes del documental Lorca en La Habana, con guion de José Antonio Torres y Antonio Manuel Rodríguez, recientemente estrenado en el país.

   Sentado una tarde frente al referido paisaje, Lorca contempló la Ermita de Monserrate, símbolo de las raíces catalanas en Cuba; sin embarco, lo impresionante para él resultó el paraje y sus niños negros, dos de ellos lo acompañaron durante la visita, a partir de la intención del poeta por profundizar en la historia de la afrodescendencia en estos lares.

   “Uno de los recuerdos más sensibles que me llevo de la isla de Cuba. Lydia y Orlando. Amigos de la gran negra Melitina Rendón. Tengo necesidad de decir que lo más bello de toda la isla son los niños negros. Y que el Orlando de esta foto limita con un silencio prodigioso que solo entiende Dios y algunos cocodrilos”. Así se percibe textualmente Federico en una de las cinco fotografías que constan de aquella visita a Matanzas.

   Durante sus tres meses de estancia junto a la investigadora del folclor cubano Lydia Cabrera, el autor de La Casa de Bernarda Alba asistió a ceremonias de iniciación ñáñiga donde quedó profundamente impresionado, y a fiestas locales en las que disfrutaba de la rumba y el son, todo esto se evidencia en Lorca en La Habana.

   A Cuba y su gente Lorca amó, por ello a la Isla dedicó poemas y dejó constancia en cartas y fotografías de su admiración y cariño profundo, para que como diría el mismísimo bardo Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o Cuba.