La única luz inapagable

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ACN - Cuba
Alain Amador Pardo | Caricatura de Osval
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18 Septiembre 2025

 La historia de Cuba ha estado marcada por la resistencia y la capacidad de sobreponerse a las dificultades; incluso, en las condiciones actuales, esa tradición de lucha se mantiene viva en el pueblo, que enfrenta un escenario complejo en el cual confluyen los efectos acumulados de la crisis económica internacional, las consecuencias de la pandemia, distorsiones, y, de manera determinante, el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos.

   Ese cerco, aunque algunos piensen que es pura línea de discurso, ciertamente limita el acceso a fuentes de financiamiento, impide la adquisición de piezas, insumos y tecnologías en mercados internacionales y encarece la compra de combustibles; repercutiendo en la vida cotidiana de la población y en sectores estratégicos de la economía nacional.

   Uno de los ámbitos más sensibles, sin lugar a dudas, es el energético: la generación eléctrica del país depende en gran medida del acceso a combustibles y piezas de repuesto para las termoeléctricas, cuya explotación se hace cada vez más costosa; y las dificultades en la llegada de petróleo y derivados obligan a redoblar los esfuerzos en la planificación y distribución, así como a realizar mantenimientos emergentes para garantizar estabilidad en el sistema.

   A pesar de estos retos, Cuba no se detiene. El Gobierno y las instituciones competentes han desplegado un conjunto de acciones dirigidas a garantizar, en primer lugar, la atención a los sectores vitales: hospitales, centros educacionales, servicios básicos a la población; y se prioriza también el transporte público, aunque con limitaciones, y se mantienen alternativas organizativas en los territorios para reducir el impacto de los apagones en la vida diaria.

   La estrategia de resistencia no se limita a la administración de carencias. Existe un esfuerzo sistemático por diversificar las fuentes de generación y avanzar en la incorporación de energías renovables como los parques solares fotovoltaicos, que van ganando espacio en el sistema energético nacional, como parte del objetivo estratégico de alcanzar un 24 % de generación limpia para el año 2030.

   Aun en medio de limitaciones financieras, se han inaugurado nuevas instalaciones que aportan no pocos codiciados megawatts, al tiempo que se fomenta la participación de la inversión extranjera en proyectos de energía sostenible.

   El ahorro, como ha sido en otras etapas de dificultad, se convierte en palabra clave. Desde los hogares hasta los centros de producción, se promueven campañas de uso racional de la electricidad y de mejor aprovechamiento de los recursos. La conciencia ciudadana en torno al ahorro energético es un componente indispensable en esta batalla, en la que cada gesto cuenta.

   Pero la resistencia cubana no es únicamente material; es también moral y cultural. En los barrios, en las comunidades, la solidaridad compensa carencias, aunque a veces sobran dos o tres inspiradores de desastres y desaliento, cuatro o cinco decisores, y un puñado de insensibles de oreja cuadrada.

   La organización popular a través de los Comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, los sindicatos y las estructuras del Poder Popular deben y tienen que hacer que las soluciones se construyan colectivamente y que nadie quede desamparado.

   Incontables las reuniones, plenos, congresos y asambleas en las que se reitera una y otra vez la necesidad del rediseño de procesos productivos, la búsqueda de alternativas tecnológicas, y la sustitución de importaciones por medio de la producción local de bienes y servicios; pero siempre son los mismos resultados: una mínima cantidad de talleres y proyectos comunitarios, cooperativas y proyectos estatales y privados que solo son un botón de muestra en el urgente sostenimiento de la vida nacional y la imperiosa generación de riqueza —entiéndase bienestar social—.

   No hay que hurgar en textos de economía política ni en paradigmas ideológicos para saber que la buena dirigencia es aquella que camina en línea recta junto a la gente: ni por encima, con actitudes de supremacía, ni por debajo, restándose entrega y valor; porque —como también se infiere de no pocas reuniones—, dirigir implica acompañar, orientar y trabajar codo a codo con la ciudadanía, más allá de sus modos de pensar.

   En este sentido, es vital extirpar el triunfalismo y la apología; primero, porque la situación del país exige diagnósticos realistas y acciones concretas, no consignas vacías; y segundo —no menos trascendente— el pueblo cubano fue educado para valorar la verdad dicha con claridad, y agradece la transparencia en la comunicación de los problemas. Nadie vino a descubrir que la confianza se fortalece cuando existe coherencia entre el discurso y la práctica, entre lo que se orienta desde la dirección y lo que se vive en los barrios.

   Otro aspecto clave apunta a no depositar todas las esperanzas en soluciones externas. Si bien las relaciones de amistad y la cooperación multilateral y bilateral con otros países o estructuras regionales son importantes, la verdadera salida a los problemas de Cuba está en las propias capacidades de los cubanos. Esa ha sido siempre la clave de la resistencia: confiar en nuestras propias fuerzas.

   El liderazgo del Estado, acompañado por la participación activa del pueblo, garantiza que esa misma resistencia no sea un simple acto de aguante, sino una estrategia consciente de superación de obstáculos, comprobable en cada visita gubernamental a provincias y municipios, donde se palpan los esfuerzos por reorganizar los recursos, identificar potencialidades locales y sumar todas las fuerzas en la solución de problemas concretos.

   En medio de un panorama adverso, gústele a quien le guste, y pésele a quien le pese, esta nación caribeña reafirma su voluntad de no rendirse. El camino es difícil, pero se transita con la certeza de que la unidad, la creatividad y la dignidad constituyen armas más poderosas que cualquier medida coercitiva. La situación energética actual, compleja y desafiante, se enfrenta con responsabilidad, transparencia e imaginación, demostrando una vez más que la Isla sabe crecerse ante la adversidad.

   Pero, ojo con la musaraña demagógica y la socorrida cuartilla pulida y corregida  para la ocasión. La resistencia no resulta resignación: es lucha consciente, trabajo cotidiano y confianza en que, con esfuerzo compartido, se abrirán los caminos más allá de derroteros, esperanzas, urgentes fórmulas salvadoras, enemigos y viejos predicadores de la abulia y la apatía en tiempos de Revolución.