Gerardo Abreu Fontán, un hombre convencido de su misión

Compartir

Evelyn Corbillón Díaz| Foto de Archivo
889
02 Febrero 2016

6gkbc497.jpg

Dicen quienes lo conocieron que a Gerardo Abreu Fontán lo distinguían su espíritu combativo, honradez, disciplina e inteligencia natural, pese a no culminar los estudios de la enseñanza primaria debido a la situación económica adversa en su seno familiar, y la responsabilidad de ser el mayor de cinco hermanos.

Con 11 años de edad se mudó a La Habana, pues procedía de Las Villas, en busca de mejores opciones de empleo, para fungir como aprendiz de carpintero y trabajar en una imprenta.

A fuerza de virtudes, llegó a dirigir las llamadas Brigadas Juveniles del Movimiento 26 de Julio (M- 26- 7), tras la partida hacia México de Antonio Ñico López, el máximo representante, y les impregnó su sentido de unidad, mientras inculcó sus principios revolucionarios a los miles de representantes de las nuevas generaciones que estuvieron bajo su mando, incluso, estudiantes universitarios.

Su piel negra constituyó obstáculo en una sociedad discriminatoria, en la cual la división de clases  y las injusticias adornaban el panorama cotidiano de la Cuba anterior al primero de enero de 1959; sin embargo, ello no frenó su sensibilidad y el interés por la lectura.

El alma del verso negro, así presentaban a Gerardo en los espacios en los cuales declamaba poesía afrocubana, ya fuera en emisoras de radio o en el cabaret Montecasino, como muestra de las dotes artísticas del hombre ligado desde muy temprano a la lucha por el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.

Un revolucionario en ascenso

Como muchas personas, decidió unirse a la causa contra el régimen de Batista tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, para lo cual ingresó al Partido Ortodoxo, donde desempeñó una amplia faena y se convirtió en un prestigioso dirigente de base.

Después de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, logró contactar a algunos de los participantes y cimentar fuertes nexos, de modo que se convirtió en uno de los fundadores del Movimiento 26 de Julio e integró la dirección nacional.

Fidel Castro orientó a Ñico crear las Brigadas Juveniles, consideradas las tropas de choque del Movimiento en el llano, y Gerardo Abreu colaboró en ello, en tanto las primeras acciones estuvieron encaminadas hacia la propaganda para transformar La Habana en un mural de denuncia.

Consignas revolucionarias aparecieron en cada letrero expuesto en la ciudad capitalina aquellas mañanas de la década del 50’, y su labor conllevó a llamar la atención de la tiranía, que lo persiguió incansablemente durante mucho tiempo.

Divulgación de La historia me absolverá, alegato de autodefensa de Fidel en el juicio por los sucesos del 26 de Julio de 1953, formó parte de los trabajos de las Brigadas, así como de los Manifiestos uno y dos del M- 26- 7 y la pintura de esas siglas en paredes.

La colocación de más de 100 bombas en una noche descuella entre las principales actividades organizadas por Gerardo en la urbe, a la cual se suman la recaudación de fondos,  el reclutamiento de militantes y su quehacer en la preparación de la lucha armada.

Hasta su muerte el seis de febrero de 1958, actuó en la clandestinidad, y luego del desembarco del yate Granma acrecentó su faena, incluso, en acciones riesgosas, sin dejar atrás los ideales de que en los enfrentamientos no perdieran la vida personas inocentes.

Identificado por uno de los esbirros de la dictadura al subir a un autobús en la esquina de las calles Infanta y Manglar, es apresado y arrestado en la Novena Estación de Policía.

Allí fue víctima de crueles torturas con el propósito de que delatara a los revolucionarios, pero el coraje de Gerardo le permitió resistir las más inhumanas prácticas.

Su cadáver fue encontrado en las cercanías de lo que hoy es la Plaza de la Revolución, y presentaba 15 perforaciones ocasionadas por armas de fuego, 57 punzonazos, sus genitales estaban destrozados y le habían cortado la lengua.