Por Ana Esther Zulueta
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14 Octubre 2019

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Fulgencio Manuel Velázquez Ramírez, más conocido como la “enciclopedia del café” en Isla de la Juventud, está a punto de cumplir 68 años de edad y se resiste a pasar el resto de sus días como jubilado en la pasividad de su hogar.

Cerca de cuatro décadas dedicadas al desarrollo agrario del país y a la formación de las nuevas generaciones en el Municipio Especial lo hicieron merecedor hace tres años del Premio por la Obra de la Vida, máximo lauro que entrega la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales
(Actaf).

Mientras se acomoda en un taburete, con la voz tan pausada como su andar, cuenta de sus primeros pasos, cuando en la entonces Isla de Pinos se encontraba el área de recursos genéticos para la conservación de la diversidad del cultivo, que aseguraba las sucesivas campañas cafetaleras de la nación.

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“En este poblado rural- el “Julio Antonio Mella”- se creó un banco de semillas del grano para suministrarlas al resto de Cuba; yo mismo las llevaba en sacos sellados y clasificadas por especie al aeropuerto Rafael Cabrera, de Nueva Gerona, y las embarcaba con destino hacia las provincias que las solicitaban”, refiere.

De allá a acá ha llovido bastante -se quita la gorra para rascarse la cabeza-, de las especies que sembrábamos aquí para el estudio de su comportamiento a las condiciones de nuestros suelos, la mejor adaptada era la denominada Isla, de procedencia portuguesa. El recuerdo le ilumina el rostro. “Todavía en algunos lugares se le denomina Isla”.

Apunta que ese fue el resultado de un estudio realizado por ingenieros del Banco de Germoplasma de Santiago de Cuba.

Como si la memoria le pusiera trampas a la cronología vuelve atrás para hablar de otros taxones llegados desde Viet Nam o Colombia para probar la factibilidad de su reproducción en el territorio nacional.

“Ya se fueron aquellos tiempos”,  dice mientras se encoge de hombros.  “Ahora se siembra la variedad Robusta, que prácticamente ni se despulpa, porque es un café que no contiene mucílago (sustancia orgánica de textura viscosa, semejante a la goma, que contienen algunos vegetales) y es muy difícil porque en el procesamiento industrial el grano se parte mucho”.

Como un resorte se pone en pie el hombre de pequeña estatura para volver a una de sus faenas habituales: mover de un lado a otro los granos en el secadero natural.

“Así lo secamos, al natural, y déjeme decirle que el rendimiento de este grano es bueno, promedia las ocho libras por lata…, aunque el reto mayor para los caficultores es lograr el autoabastecimiento en 2020, sobre todo porque la siembra y la chapea serán tareas muy fuertes en tanto los campos no estén establecidos”, asegura.

Una voz aguda anuncia a Fulgencio, “el hombre del café”, que llegó la hora del sorbo de la infusión humeante, que desde 1748 se enraizó en el imaginario popular de Cuba como parte de la cultura nacional, más allá de su lejana procedencia.